Editorial | Batalla de Puebla

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El cinco de mayo de 1862, en Puebla, el Ejercito de oriente, comandado por un general miope de 33 años nacido en Texas, Ignacio Zaragoza, derrotó al ejército francés, con fama de ser el mejor de la época.
Era el momento de mayor división entre los mexicanos. Los conservadores habían acudido a Francia para obtener el apoyo de Napoleón tercero, el pequeño, a cambio de entregarle el país, convertido en una monarquía con un rey europeo si los ayudaba a derrotar a los liberales, republicanos simpatizantes de los Estados Unidos del norte. En esa república se desarrollaba el conflicto entre norteños y surianos con el esclavismo en el centro de la discusión.

Esos factores -disputa entre liberales y conservadores, anhelos imperiales de Napoleón Tercero, guerra de secesión en Estados Unidos- propiciaron la guerra que definió el destino de México.

Porque fue entonces, después de largos años de guerra, de dolor y de muerte, que un ilustre mexicano, indio zapoteca, Benito Pablo Juárez García encabezó, son tenacidad y decisión, un movimiento que consolido a México como la república federal, con tres poderes de gobierno, independiente y soberana, que persiste hasta este momento.

La batalla ganada -y las muchas perdidas- son anécdotas en la guerra que definió nuestro sistema político. Es a Benito Juárez a quien la Patria debe, principalísimamente, esta victoria y sus enormes consecuencias.
Juárez no fue perfecto -nadie lo es- pero fue un hombre de estado, un hacedor de instituciones, un patriota visionario.

A presidente Juárez, mi homenaje y mi admiración en esta fecha fausta.

José Luis Pandal

El comentario ácido, irónico, informado y puntual de José Luis Pandal, que aborda temas políticos y de la vida cotidiana.

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