Ya se acerca ese primer domingo de marzo en el que el Oscar habrá de entregarse. Para ir “calentando motores”, dejo aquí dos o tres apuntes de cierta relevancia. Notar, por ejemplo, que entre los nominados, son cuatro los intérpretes que encarnan a personajes de la vida real: Gary Oldman (categoría: actor principal) al estadista Winston Churchill, en Las horas más oscuras; Christopher Plummer (actor de reparto) al multimillonario J. Paul Getty, en Todo el dinero del mundo; Margot Robbie (actriz principal) a la patinadora olímpica Tonya Harding –implicada en un ataque a Nancy Kerrigan, otra patinadora– en Yo, Tonya; y Meryl Streep (actriz principal) a Kay Graham, la dueña del Washington Post, responsable del diario cuando el escándalo de los llamados Papeles del Pentágono, en The Post: los oscuros secretos del Pentágono. De ellos sólo vive Tonya Harding, pero uno supondría, por obvias razones, que no estará presente en la ceremonia.

Otro asunto a comentar es que son nueve las películas nominadas a recibir la estatuilla como la mejor del 2017. No obstante, sólo son cinco los realizadores que buscarán el Oscar a mejor director y no los nueve responsables de las cintas candidatas. Los nominados son: Christopher Nolan (Dunkirk), Jonathan Peele (¡Huye!), Greta Gerwig (Lady Bird), Paul Thomas Anderson (El hilo fantasma) y Guillermo del Toro (La forma del agua). En cambio, se quedaron suspirando: Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre), Joe Wright (Las horas más oscuras), Steven Spielberg (The Post: los oscuros secretos del Pentágono) y Martin McDonagh (Tres anuncios por un crimen). Los antecedentes inmediatos –lo sucedido en los Golden Globes– son estos: mejor película dramática, Tres anuncios por un crimen; mejor película de comedia, Lady Bird; y mejor director, Guillermo del Toro. ¿Alguna pista en esto? Me parece que no.

Ahora bien, en cuanto a las cinco nominadas a película en lengua extranjera, tres coinciden con los Globes: Una mujer fantástica (Chile), de Sebastián Lelio; The square: la farsa del arte (Suecia), de Ruben Ostlund, y Sin amor (Rusia), de Andrey Zvyagintsev. Las dos novedades son: El insulto (Líbano), de Ziad Douein, y En cuerpo y alma (Hungría), de Ildikó Enyedi, en vez de Primero mataron a mi padre (Cambodia) y En la penumbra (Alemania; la ganadora esa noche), elegidas por los Globes. Reviso la lista y me da gusto que incluya una película del Líbano. En especial porque uno de mis directores favoritos –directora, en este caso– es la libanesa Nadine Labaki, de quien me gusta mucho Caramel (2007) pero sobre todo atesoro ¿Y adónde vamos ahora? (2011), films ambos que en su momento representaron a Líbano ante el Oscar, si bien no terminaron entre los cinco nominados finales.

De hecho, cada vez que alguien me pide una recomendación para ver algo no facturado en Hollywood, recurrentemente es ¿Y adónde vamos ahora? la primera que se me ocurre. La película empieza con un grupo de mujeres en una especie de caminata/danza ritual hacia un camposanto (dividido en respectivos sectores para católicos y musulmanes), antes de la cual se escucha, en off, la introducción siguiente: La historia que cuento es para todos los que quieran escuchar. Una historia de esos que ayunan; una historia de esos que rezan; una historia sobre una villa solitaria, de minas esparcidas por todo su alrededor. Atrapada en una guerra, dividida hasta su propio núcleo. De clanes con rotos corazones bajo el sol ardiente. Sus manos manchadas de sangre en nombre de una cruz o de una media luna. Desde este lugar aislado, que ha escogido la paz, cuya historia se hila por armas y alambre de púas. Una escena de absoluta belleza, matizada por la voz –en terso árabe– de la propia Nadine Labaki. Aquí acaba esta columna, ya sin espacio para comentar El sacrificio del ciervo sagrado, 15:17 tren a París y Llámame por tu nombre.

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