Editorial | A nueve meses del crimen de Ayotzinapa

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Vivir en democracia no es organizar procesos electorales cada cierto tiempo ni cambiar de personajes en las distintas esferas del gobierno. Vivir en democracia es ser parte de una sociedad con leyes y reglamentos que permitan la coexistencia pacífica de los desiguales – pobres y ricos, ignorantes y sabios, etcétera – y en un estado de derecho que permita el acceso a tribunales y organismos que amparen a todos.

Democracia, en la definición clásica, es el sistema de gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo y su expresión práctica inmediata es el acceso a la justicia de cualquier ciudadano sin distinción ninguna. Así, aunque es imposible garantizar, por razones diversas, la seguridad de todos en su vida y en sus bienes, es imperativo asegurar que habrá instrumentos de derecho para perseguir a quien no respete las normas de convivencia.

Hace nueve meses, en Iguala se cometió un crimen atroz, que costó la vida a seis personas y desapareció a cuarenta y tres más. No hay responsables de estos hechos pues aunque los detenidos como presuntos culpables estén presos, no se ha condenado a nadie ni se ha esclarecido en detalle lo sucedido. Siguen apareciendo datos que contradicen explicaciones previas y a nadie convence la «verdad histórica» que se trató de hacer creer para darle fin al problema.

La democracia se ahoga en el pantano de la impunidad. Mientras no sepamos la verdad y se haga justicia en este y otros muchos casos – hay fosas con cadáveres por todas partes y no se sabe ni quienes son los enterrados en muchos casos – no habrá democracia sino demagogia..

Nos siguen faltando cuarenta y tres, nos falta la verdad y nos urge la justicia.

Estamos al Aire

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