Caminando hacia mi trabajo -como todos los días- quise pasar una calle y me fijé hacia los dos lados; no vi nada extraño, así que crucé. No sé de dónde diablos apareció un carro a toda velocidad dando vuelta patrullera y con una preocupación nula por llevarse a un humano (típica de estos lares) pasó a escasos centímetros de donde estaba un segundo antes y me pregunté ¿Qué me falló acá?
En el mundo de ellos, nada; en el mundo normal (en el que vivo) una pequeña cosa: el personaje en turno no puso sus direccionales, avisando a qué lado iba a dar vuelta. Sí, esos pequeños cuadros de colores que tienen los carros a los costados y que brillan de forma intermitente para dar señal de la dirección que van a tomar.
No sé por qué a la gente le cuesta tanto levantar o empujar hacia abajo esa palanca que activa las direccionales y que además vuelve a su sitio original de manera muy inteligente, después de que la curva se ha terminado.
No hablamos de una palanca colosal que está al otro lado del tablero y que tienes que arriesgar tu vida impulsando todo tu cuerpo para alcanzarla, es sólo una pequeña e inocente palanquita que con un mínimo esfuerzo jalas o empujas para crear la señal. Por si fuera poco está a sólo unos centímetros del volante, es una ganga ¿no?
El único beneficio que encuentras en este tipo de situaciones, es que si no terminas debajo del carro o como volador olímpico, vas desarrollando poco a poco tus habilidades de spiderman, ya que el imbécil en turno, no es el único.
¿Que estará pensando aquel personaje que se desveló y sufrió hace años para sacar a flote este funcional invento y que por lo práctico, es colocado en cualquier carro en la faz de la tierra? Yo me estaría revolcando en mi tumba… … cuando se haga un invento que de verdad sirva para mejorar la calidad de vida es necesario adoptarlo y darle uso, para eso se inventan.
Foto: matt.hintsa
Alejandro Cadavid