
El asunto no es que en nuestro país se realicen tantas intervenciones quirúrgicas para arreglar nuestros “puerquecitos” amorfos, sino que 2 de cada 10 operaciones las llevan al cabo charlatanes que no pasaron ni “plastilina 1” en el kínder. Con tal de embolsarse unos centavos (o “varos”, para Valero), ponen en riesgo la vida de quienes tienen la ilusión de verse mejor. Incluso hasta ofrecen servicio a domicilio. Imaginen un anuncio así: “Reduzca sus “bubis” en la comodidad de su hogar”, ó: “No asome su narizota, nosotros vamos a componerla”.
Todos y todas (mexicanos y mexicanas), sabemos que este tipo de operaciones no son una ganga, normalmente oscilan entre los 30 y los 100,000 pesos (no depende de lo descompuesta de la anatomía, sino del tipo de operación y del doctor que la realice y por supuesto en dónde, me refiero al hospital no a la parte del cuerpo), por lo tanto no cualquier persona puede darse el lujo y aquí es donde entra lo delicado del tema. Hacen su aparición personajes sin ética profesional y sin conocimientos, que por menos de la mitad de los precios mencionados anteriormente, atraen a los clientes y por desgracia muchos caen.

Lo mejor sería que nos aceptáramos como somos, nadie es perfecto. Quizá alguien esbozará: “es la persona menos indicada para decirlo”, y sí, efectivamente, pero créame que cuando ves en riesgo tu salud por un asunto de vanidad, te sientes realmente estúpida. Si no, pregúnteselo a la Guzmán, o a mí, es más directo.
Por cierto para quienes tienen duda, no me puse, me quité.
Ana Cristina
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