A fuerza de utilizar conceptos para fines políticos, ideológicos e incluso artificiales o de apariencia, inmediatos se van desgastando, confundiendo y adquiriendo otro significado.
Eso ha sucedido con el concepto revolución, por ejemplo; dos partidos en México utilizan en su nombre esta palabra y la desvirtúan. Revolución significa evolución inmediata, cambio drástico, violento a veces, profundo. Los partidos que la utilizan son lo contrario, conservadores, inmovilistas y en buena parte reaccionarios.
Con la ecología y el medio ambiente pasa lo mismo, se han desvirtuado los conceptos. Ser ecologista no significa no tocar ningún recurso natural, menos aún defender animalitos de cualquier sufrimiento y mucho menos poner algo, recurso natural o ser viviente, sobre el ser humano. Respetar el medio ambiente tampoco implica vivir como en la prehistoria, sin aprovechar los avances tecnológicos ni utilizar el conocimiento en beneficio del género humano.
Respetar la ecología y el medio ambiente es vivir en armonía con el mundo como es, con sus avances y sus cambios, procurando que nuestro planeta sea un lugar adecuado para los seres humanos, donde a nadie le falte lo indispensable para vivir feliz. Así lo entiendo, aunque se que simplifico el problema que es, sin duda, muy complejo.
Pero para vivir en armonía con este complejo planeta hay que ser simple, me parece.
Para no volverse loco.
Coincido con usted. El término «revolución» se ha institucionalizado por personas domesticadas, adaptados al modelo político y económico imperante, quienes al ver a los inadaptados a este sistema y por lo tanto revoltosos, no conciben que estos sean realmente los revolucionarios. Por el otro lado, es terrible que se use el término «ecologista» o «ambientalista» para designar a moralistas que prefieren conservar el territorio para atraer turismo y no para que la población de ese territorio se eduque en tener un manejo sustentable de sus recursos. Es una pena todo esto.