En la ciudad argentina de Rosario, el catorce de mayo de 1928, hace ochenta y siete años, nació Ernesto Guevara de la Serna que con el tiempo sería conocido como Ché Guevara. De profesión médico, de oficio guerrillero y de corazón revolucionario fue un incansable luchador por la libertad y la dignidad de lo que él llamaba el ´hombre nuevo´.
No quiero entrar en la inacabable discusión de lo que era Ché -un revolucionario o un asesino, un internacionalista o un intervencionista, un idealista o un aprovechado- porque los fanáticos ya tienen su convicción irreflexiva y los analíticos su conclusión formada; quiero referirme a una característica que no admite discusión: Ché era un hombre de una voluntad de hierro, un ejemplo de tenacidad.
Fue un niño enfermizo que desde muy pequeño padeció asma, condición terrible para un pequeño, pero nunca se dejó abatir por la enfermedad. Así, fue jugador de rugby con un entusiasmo que le valió el apodo de ´el Fuser´ doble apócope de ´el furibundo Serna´ y después estudió medicina, más por disciplina que por vocación, y se especializó en alergias para tratar de encontrar cura a su padecimiento. Cuando se unió en México al grupo cubano que encabezaba Fidel Castro lo hizo, en principio, como el médico de la expedición, pero pronto destacó en el entrenamiento físico por su obstinación en ser el primero en todo, incluso en el ascenso al volcán Popocatépetl donde. por el poco oxígeno a esa altura, parecía ahogarse por el esfuerzo. Ya en Cuba abandonó en definitiva el botiquín de auxilio médico para cargar una mochila de balas y acabó convertido en uno de los principales comandantes de aquella tropa culminando su actuación con la toma de Santa Clara, acción militar que partió al ejercito batistiano en dos y significó la derrota del dictador y donde combatió herido en un brazo.
Cuando la revolución cubana se hizo gobierno. Ché ocupó diversos cargo de la más alta jerarquía, por ejemplo el de director del Banco Central -firmando los billetes con un simple ´Ché´ que mostraba su desprecio por el dinero- y ahí pudo quedarse cómodamente hasta morir de viejo, pero su convicción revolucionaria y su voluntad inquebrantable lo llevaron a dejar el confort de la bella isla y a embarcarse en luchas de liberación lo mismo en el Congo que en Bolivia donde fue asesinado por la ignorancia boliviana y la perversidad de la CIA yanqui.
Aún los combatientes que a la postre lo abandonaron y lo criticaron para ganarse su infame dinero, reconocen que era siempre el primero en la entrega y el sacrificio y nunca tomaba ventaja de su condición de jefe ni exigía nada que él no hiciera también.
Ché es un ejemplo de voluntad y un referente para quien quiera ser congruente con sus ideales. Entre muchas de sus frases, agudas y certeras, rescato la siguiente: ´La revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella´.
Así debe ser la izquierda, fantoches, demagogos y vividores izquierdosos partidistas.
El Che Guevara no es un ejemplo de congruencia, es un ejemplo de fanatismo y extremismo, siguiendo tu lógica habría que admirar a los fanáticos islámicos porque también son congruentes con sus ideas de matar a los que no estén de acuerdo con ellos. Por eso no sirve de nada tu «reflexión». Empiezas criticando a los fanáticos irreflexivos, pues bien el Che era uno de esos.