Se celebran elecciones regionales y municipales en España y la noticia es el avance de los nuevos partidos. Podemos y Ciudadanos irrumpen en escena con una alta votación y amenazan el bipartidismo del PP y el PSOE que han alternado en el gobierno nacional desde 1982. Con estrategias diferentes, las organizaciones políticas emergentes capitalizan el descontento popular con la clase política tradicional.
En México ¿podríamos ver algo así? Hay una diferencia sustancial; nosotros tenemos dos partidos que han alternado en el poder en los últimos años pero no una nueva organización política que represente a los ciudadanos descontentos. Los partidos políticos de reciente creación y los que han vivido largamente a base de coyunturales alianzas que más parecen complicidades, están conformados por políticos tradicionales, en su gran mayoría profesionales que saltan de un puesto a otro y de algún membrete a uno diferente pero que no motivan a la gran masa ciudadana que los ve muy parecidos, para no decir iguales y enojar a algunos.
En otras palabras, en España los ciudadanos enfrentan un bipartidismo nacional -porque hay muchos partidos, más pequeños o regionales, fuertes, que defienden intereses específicos pero no aspiran a (o pueden) ganar una elección nacional- y en México enfrentamos un partidismo clasista y depredador que impide la libre organización ciudadana y se enconcha en castillos muy bien defendidos por instituciones ad hoc como el INE y el TEPJF.
El voto nulo o la abstención parecerían ser posibilidades de demostrar el hartazgo ciudadano, pero una votación no mayor a, digamos, cuarenta por ciento del padrón, que en muchos países obligaría a repetir la elección y en otros derribaría un sistema político por falta de sustento social, en México solo sirve para que los partidos tengan más dinero y mayor representación formal en el congreso.
Y es que nos hemos convertido -ya lo advertía López Portillo– en un país de cínicos, cuando menos de políticos cínicos a quienes no afecta la exhibición de su corrupción y su vileza.