El siete de junio, en 10 días, será domingo de elecciones y hay muchos ciudadanos que no están seguros de lo que van a hacer. Algunos estados elegirán gobernador, presidentes municipales y diputados locales y el Distrito Federal, cuya organización política es absurdamente diferente a la del resto de las entidades federativas, elegirá asambleístas y jefes delegacionales.
En todos el país – en Puebla también, desde luego – se elegirán diputados federales, uno por cada distrito electoral, o sea, trescientos que ganarán por decisión ciudadana y doscientos más que fueron designados por los partidos políticos, y que ocuparán curul y sus prestaciones utilizando nuestros votos, pero sin pedirnos opinión porque así lo decidieron los que hicieron la ley.
Hay tres posibles cosas que usted ciudadano, que cumple con los requisitos necesarios para votar, puede hacer.
La primera es no acudir a la casilla, no preocuparse y en su caso organizar algo que le permita ver el futbol y burlar la ley seca (un arcaísmo innecesario y tonto), si es que esas son sus aficiones. Si opta por esta opción quedará entre los tachados de irresponsables, abúlicos o inconscientes que no tienen sentido del deber cívico. Serán la mayoría.
La segunda es acudir a la casilla, hacer cola en su caso (la verdad, no creo que sea necesario), presentar su credencial ad hoc para este menester – esa cuya utilidad mayor es la de identificar a su poseedor en el banco -, permitir que le ensucien el pulgar derecho, recibir la boleta y entrar a la penumbra de la mesa donde se marcan las boletas para anular su voto. Hay varias maneras de hacerlo, pero yo sugiero que se haga de manera tal – escribiendo a lo ancho de la boleta ´quiero anular mi voto´. por ejemplo – que no lo vayan a confundir con los tarugos que lo anulan sin querer, que de esos hay gran cantidad. Pase después a depositar su voto en la urna y no se preocupe por disimular la sonrisa de satisfacción que le produzca el haber sacudido al sistema electoral; a ninguno de los funcionarios de casilla les interesa lo que haya hecho con la boleta, así que no le reclamarán nada.
La tercera es acudir a la casilla, pasar por el trámite ya descrito en la segunda posibilidad y marcar cuidadosamente solo un cuadro, aquel en el que aparece el candidato que ha decidido elegir – cuide de no salirse del espacio correspondiente, especialmente evite que su marca invada otro recuadro porque anulan su voto sin que usted se entere – depositando a continuación la boleta en la urna, disfrutando de la íntima satisfacción del deber cumplido.
Yo ya se como resolveré la primera parte del dilema: sí iré a la casilla y pasaré por el trámite que me permita llegar a la citada mesa en penumbra, esa es una decisión tomada. Todavía no estoy seguro de lo que haré ahí dentro, sigo pensándolo.
Tampoco se si les voy a contar lo que decida, pero si sí les cuento será por este medio. Estén pendientes.