El 2 de julio de 1915 murió en Paris el General Porfirio Díaz Mori. Entre los años de 1911 y 1915, el exiliado mexicano tuvo como como residencia la bellísima capital francesa, aunque viajó mucho en ese tiempo, lo mismo a Biarritz que a El Cairo, que a otros lugares del mundo. Recibió honores y distinciones de toda índole y de diversos gobiernos, siendo particularmente halagado por los franceses, lo que resulta curioso considerando que fue, en términos militares, quien peores derrotas infringió a su ejército en la aventura mexicana patrocinada por el ambicioso – también ingenuo – Napoleón tercero. Existen fotografías de Díaz en Los Inválidos rodeado de antiguos adversarios que lo admiraban como soldado. A Díaz, por cierto, le gustaba retratarse y hay curiosas tomas de su persona en diferentes lugares, una al pie de las pirámides egipcias montado en un burrito, por ejemplo.
Ya hemos hablado de que la Historia la escriben los vencedores y la pervierten los políticos y en el caso de Porfirio Díaz esto se comprueba, sin duda, con el agravante de que su historia se escribe varias veces, primero por sus amigos y subordinados cuando gozó de la victoria, luego la pervirtieron sus lambiscones – sumisos y abyectos como son los politiquillos mexicanos de cualquier tiempo – y en la derrota la reescribieron los que triunfaron y la otra vez la pervirtieron – la siguen adulterando – los usufructuarios de aquella revolución que fue, y es aun, pretexto para justificar injusticias y abusos.
México necesita madurar como Nación, enfrentar con objetividad su Historia para poder hacer frente a la realidad contemporánea sin engañarse, sin justificarse en sus tragedias, ni en sus glorias, pasadas. En este sentido, creo que Porfirio Díaz Mori debe ser valorado con objetividad. Fue un dictador, pero también un patriota; creo una élite privilegiada al final de su mandato, pero consolidó la república federal que diseñó Juárez; ordenó matar en caliente cuando creyó que convenía al buen gobierno, pero estuvo dispuesto a dar su vida por su Patria.
Mañana se cumplen cien años de la muerte del General Porfirio Díaz, el héroe de Miahuatlán y La Carbonera, del 2 de abril y de la toma de la ciudad de México en 1867, el dictador que se hizo reelegir muchas veces y gobernó por encima de la ley, el de Valle Nacional y las fiestas del Centenario. El hombre de los contrastes como todos los que forjaron este país, en distinto momentos y de diferentes maneras.
Es tiempo, creo, de analizar con justicia y sin pasión a Porfirio Díaz para mejor entender a nuestro México. Esa es la opinión de este escribidor apasionado por nuestra Historia.