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Editorial | ¿Ya llego Paula?

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Jacobo Zabludovsky fue un hombre extraordinario en el significado preciso de la palabra, un adjetivo que califica a la gente, a las cosas, a los acontecimientos, que se salen de lo común; esto no tendría que explicársele a él porque era un conocedor profundo del idioma español. Sus faenas como periodista son memorables, enfrentó bravos bichos más que cinqueños, con arrobas, con resabios, muy toreados, de gran envergadura, con cara y pitones, a los que había que poderles, tragando, aguantando y exponiendo y lo hizo con arte y con clase, adornándose con florituras y filigrana; esto tampoco habría que explicárselo porque del arte de Cúchares chanelaba mucho. Como hombre de familia fue afortunado, amó a una mujer – se sabe que amar a muchas es fácil y no tiene ningún mérito – cada noche el mismo amor y nadie lo amó como ella, el amor de sus amores, la que, seguro, aun piensa en él; entendería que quiero decir que su vida personal fue como un bolero pleno de cariño – con su esposa, sus hijos, sus nietos y sus bisnietos – que pudo haber compuesto Agustín. Aunque también disfrutó del tango, que conoció como pocos, y padeció el cambalache del mundo de arrabales amargos, a veces cuesta abajo, sin más remedio que el yira yira que ayudaba a apenas perder, o ganar, por una cabeza, quedando al fin mano a mano con la vida.
En lo profesional, es paradigma del periodismo por televisión. Con el conocimiento adquirido en sus años de redactor y reportero en diarios y revistas varios y la experiencia de estar frente a un micrófono en la radio – a veces uno cree que nadie lo oye y lo lamenta y otras se imagina un auditorio enorme y se aterroriza – diseñó los noticiarios por televisión en un formato que ha cambiado por el uso de modernos recursos tecnológicos, pero que esencialmente es el mismo desde que lo inventó. Además, fue creativo y tenía segmentos que lo identificaron con su público, como el de Paula Cusi, bella mujer que algo – no recuerdo qué – hacía en el programa todos los días y cuya presentación cotidiana da título a este comentario, o el de Tacho López Cuarzo – interpretado por Héctor Kiev, también fallecido hace poco – una especie de epigrama a manera de corrido, como los que declamaba Ignacio López Tarso en esa época, que terminaba mencionando a una paloma, ave que fue sustituida, para no meterse en problemas pues así se llamaba la esposa del presidente de entonces, por ¡gaviota! Vueltas que da la vida, quién lo iba a decir.
Lo controversial del personaje se da en lo político; porque también con él se inicia el fenómeno de los «líderes de opinión» en los medios masivos de comunicación a quienes se les atribuyen poderes casi mágicos de manipulación de las masas ignorantes y estúpidas, incapaces de discernir nada por sí mismas, víctimas de la maldad de los poderosos que les lavan el cerebro e inhiben su participación en acciones sociales de cualquier índole. El comentario del noticiario posterior a la masacre de Tlatelolco, aquel 2 de octubre de 1968 – «el día estuvo soleado» – es usado para resumir casi 70 años de trabajo periodístico. Otro caso, como tantos, de reduccionismo histórico que impide juicio sereno, sensato, objetivo, de las personas y sus obras. Es que nadie es perfecto; tomemos como ejemplo a varios de los líderes de aquel movimiento que con el tiempo caminaron hacia los lares que habitaba Zabludovsky y llegaron a puestos relevantes en el gobierno, que cambió poco desde entonces, y se convirtieron en lo que criticaban, mientras el periodista regresaba al origen y ejercía la libertad que por muchos años se negó a sí mismo. Tenemos que aprender a ser  observadores, analíticos y críticos desapasionados para entender y aprender de la historia de la gente y la Historia del país.
Con sus errores y defectos, con su cercanía al poder y pese a ella, reconozco en Jacobo Zabludovsky a un hombre extraordinario, inteligente, culto, creador, infatigable y disciplinado trabajador, digno de respeto. Algo que creo que abona en su favor es el número de sus amigos que cada día lo querían más, señal de que nunca lo mareó la popularidad o el dinero, ni se perdió en la vanidad y la soberbia porque estas conducen siempre a la soledad.
Este gran reportero dijo alguna vez que lo único que estaba por encima de su compromiso como periodista era la amistad, que lo que era imposible para él era traicionar a un amigo, aunque arriesgara su trabajo. Una actitud que puede ser un defecto como profesional pero que es una cualidad humana que admiro profundamente.
José Luis Pandal

El comentario ácido, irónico, informado y puntual de José Luis Pandal, que aborda temas políticos y de la vida cotidiana.

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