El triunfo del NO en el referendo griego – de gran significado democrático – no implica que los problemas de aquel país hayan sido solucionados, al contrario. La negociación para el pago de los compromisos de Grecia con la comunidad financiera internacional será larga y complicada, los organismos como el Fondo Monetario Internacional no son democráticos ni pretenden serlo y no se conmoverán ante la dignidad ciudadana ni se asustarán ante la posibilidad de confrontaciones políticas graves.
La única posibilidad racional de sanear las finanzas de la nación helénica es que los banqueros y las organizaciones financieras asuman su responsabilidad, que la tienen, en el colapso de las finanzas de Grecia y paguen parte del costo mediante la absorción de la deuda a través de la condonación de un porcentaje considerable de la misma. No es algo imposible, se ha hecho antes, como veremos a continuación, pero lo inaceptable para estos modernos usureros no es la perdida – que se puede amortizar con sus ganancia inmensas – sino el precedente. el temor a que otros pueblos obliguen a sus gobiernos a atender prioritariamente las necesidades básicas de su población.
Decía que hay antecedentes en el tratamiento de las deudas europeas en el pasado y me referiré a dos, que fueron consecuencia de las grandes guerras del siglo XX.
En 1919, a partir de la derrota alemana y con la firma del Tratado de Versalles, se obligó a la nación germana a pagar el costo de la guerra, según los cálculos de los vencedores, y se condenó a este país al desastre económico porque por un lado se le impidió producir cierto tipo de bienes y por otro se le cerró el acceso al crédito que hubiera ayudado a reconstruir su industria y su comercio. El resultado fue una inflación incontrolable, el debilitamiento de sus estructuras políticas por falta de apoyo ciudadano y la aparición del movimiento nazi y su líder que prometían recobrar la dignidad y el trabajo. Este tratado injusto fue el germen de la segunda gran guerra que produjo millones de muertos.
En 1945, la decisión de los vencedores, que conocían el resultado de la imposición de condiciones absurdas, fue la contraria. Se apoyo a los vencidos – en Europa fue exitosísimo el Plan Marshall, por ejemplo – y se reconstruyeron las economías, particularmente de Japón y Alemania, que fueron motor para el desarrollo de sus zonas geográficas de influencia y la creación de enormes mercados para los países triunfadores.
Pero parece que los poderosos de hoy no tienen buena memoria o creen que su fuerza es suficiente para enfrentar a los pueblos hambrientos y desesperados que empiezan a protestar en los países desarrollados. Ojalá se entienda que hay mínimos de bienestar que deben respetarse y si no es así, ojalá se repitan los brotes de dignidad popular en más y más lugares.