En breve: si les gusta el cine de horror –el logrado, claro– ahí está Cuando las luces se apagan (Lights out), de David F. Sandberg, una cinta concisa, efectiva y –para bien– consciente de su género. En ella, los hermanos Rebecca y Martin (Teresa Palmer; Gabriel Bateman) intentan deshacer el vínculo de su madre (María Bello) con Diana, un espíritu maligno que mantiene una simbiosis inexplicable con ella. Sobra decir que la empresa no se presenta ni fácil, ni grata, ni pronta, ni pulcra. Lo anterior parece de fórmula, pero el resultado aquí queda por encima de lo rutinario.
Dos datos de interés: el primero, que la película está basada en el cortito de 3 minutos Lights out, que el propio Sandberg realizó en 2013; el segundo, que su costo (el de la película) fue de sólo 4.9 millones de dólares, pero ya recaudó en sus primeros ocho días –del 22 al 29 de julio– la hermosa suma de 43 millones de verdes. Hombre: así que se fundan todos los focos y que se apaguen tooodas las luces.
Por otra parte, también puede uno asomarse a la cinta noruega La última ola (The wave), de Roar Uthaug, basada no en hechos reales sino en “posibilidades” reales, dado que ofrece una interpretación de lo que eventualmente pasará el día en que la enorme montaña sobre el fiordo de Geiranger se desprenda: una enorme ola de casi 90 metros se irá sobre el poblado, cuyos habitantes sólo tendrán diez minutos para evacuar hacia zonas altas. Lo aterrador –debido a que la ladera está en constante expansión– es que lo descrito seguro va a suceder; lo que no se sabe es cuándo. La última ola es pues la “crónica de una ola anunciada”, sin que esto se escriba con una intención de broma. Quien la vea encontrará una película tensa, competentemente realizada desde una premisa que no puede ser más inquietante. Por cierto, La última ola fue la más reciente representante de Noruega ante el Oscar, para la categoría de film en lengua extranjera.
Me preguntan si ya vi, de Pixar, Buscando a Dory. La respuesta es que no, tal vez porque no sabría qué hacer con ella si la encuentro. Lo que sí haré en estos días es aparecerme por Te amaré eternamente (La corrispondenza), porque casi siempre te llevas algo valioso de un film de Giuseppe Tornatore. Protagonizan Olga Kurylenko y Jeremy Irons, y sólo sé de ella que se trata de un drama romántico. No será entonces –revisando la filmografía de Tornatore— algo en la vena de Cinema Paradiso, sino más bien en la vena de Al mejor postor; ya veremos. Por otra parte, se anuncian estrenos cercanos que (ojalá) podrían dar mayor atractivo y consistencia a la oferta en cartelera. Entre ellos, principalmente, el de la cinta francesa 3 corazones, de Benoit Jacquot, a propósito de un triángulo amoroso, algo tradicionalmente muy francés. El extra aquí es que las dos chicas involucradas son hermanas (Charlotte Gainsbourg y Chiara Mastroianni), lo que otorga una carga especial a los eventos. Algún crítico ya la comentó como “un drama conmovedor, impecablemente controlado”. Ojalá sea eso.
E igualmente está por llegar El buen amigo gigante (The BFG), de los Estudios Disney, cuyo atractivo a priori es que la dirige Steven Spielberg. Cine familiar en su forma más clásica –con la bondad y la fantasía como elementos principales– el film tiene que ver con la amistad de la pequeña Sophie (Ruby Barnhill) con un amable gigante (Mark Rylance) que, a diferencia de los de su clase, se rehúsa a comerse a los niños. Y como la inusual pareja va a dar a Londres, incluso la Reina Isabel (Penélope Wilton) queda inmersa en los eventos, ante la necesidad de poner fin a los abusos y maldad del resto de gigantes, entre los que se cuentan dos que en nuestras pantallas serán conocidos –ni modo– como Masangrón (!) y Devoracarnes. Cual se sabe, pocos (o nadie) como Spielberg para abordar este tipo de fantasía, en cuentos con este tipo de universos.