Hoy viernes 10 de marzo arranca la 32ª edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), esta vez con Alemania como país invitado. Desde hace varios años un Festival mayúsculo, son diversas las secciones del FICG, siendo la principal –por obvias razones– la sección oficial, que desdobla en lo siguiente: el Premio Mezcal, que selecciona lo mejor del cine mexicano, sea ficción o documental; Largometraje Iberoamericano de Ficción; Largometraje Iberoamericano Documental; Cortometraje Iberoamericano; el Premio Maguey, a lo mejor del cine LGBTTTI (lésbico, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti e intersexual) y el Premio Rigoberto Mora, creado por Guillermo del Toro, a lo mejor de la animación mexicana. En cuanto al cine alemán –el gran invitado, como mencioné– serán catorce los films proyectados, entre los que está Toni Erdmann, de Maren Ade, aspirante en fechas recientes tanto al Oscar como al Globe en la categoría de película en lengua extranjera. De ella comenté hace algunas semanas, en este espacio, que su directora filmó 120 horas de material, lo que implicó más de un año de edición para llegar a un corte final de 162 minutos. Así que veremos Toni Erdmann en Guadalajara, según referencia de la FIPRESCI (la prensa cinematográfica internacional), como “un film brillantemente realizado, fresco y sensible, que captura la compleja relación entre padre e hija y señala los desquicios del mundo actual”.
En cuanto a las 21 películas mexicanas que aspiran al Premio Mezcal (otorgado por un jurado formado por 30 estudiantes de las principales escuelas de cine del país –entre ellas UPAEP– y otras de centro y sudamérica), son las siguientes: Anadina, de Raúl Fuentes; Ayúdame a pasar la noche, de José Ramón Chávez Delgado; Bruma, de Max Zunino; Día de visita, de Nicole Opper (documental, por cierto, que inició su camino en sinergia con UPAEP, en los días iniciales de la Licenciatura en Cine de la institución); El maíz en tiempos de guerra, de Alberto Cortés; El silencio es bienvenido, de Gabriela García Rivas; Etiqueta no rigurosa, de Cristina Herrera Bórquez; La gran promesa, de Jorge Ramírez-Suárez; La libertad del diablo, de Everardo González; Los años azules, de Sofía Gómez Córdova; Los crímenes del Mar del Norte, de José Buil; Los ojos del mar, de José Álvarez; Me llamaban King Tiger, de Ángel Estrada Soto; Mi sangre enarbolada, de Luis David Palomino; Mientras se espera, de Paola Villanueva Bidault; Nocturno, de Luis Ayhllón; Sueño en otro idioma, de Ernesto Contreras; Tesoros, de María Novaro; Un exilio: película familiar, de Juan Francisco Urrusti Alonso; Verónica, de Carlos Algara y Alejandro Martínez Beltrán, y Vive por mí, de Chema de la Peña. El joven jurado del Premio Mezcal no sólo elegirá a la mejor película mexicana (sea de ficción o documental), sino también al mejor director, actor, actriz y cinefotógrafo. Mucha responsabilidad, sí; pero aún mayor –y bravo por eso– la confianza del FICG en los conocimientos y capacidad de estos chicos para cumplirla competentemente.
En fin: serán ocho intensos días, en los que el 32 FICG proyectará muchas más películas de las que uno puede ver y evaluar. Pero por eso –y para eso– estarán siete diferentes jurados, integrados por personas de diversas nacionalidades. Igual que el año pasado, a mí me toca estar en el jurado del Premio FEISAL, que justo otorga la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina. Comparto ese privilegio con el realizador Sergio Olhovich, de brillante trayectoria en nuestra industria cinematográfica, y con el académico y gestor cubano Juan Grillo Tadeo, co-fundador de una de las escuelas de cine más respetadas de Latinoamérica: la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Sea pues la anual fiesta fílmica tapatía, con el deseo de que más nos depare calidad que cantidad. Que así sea.
