1) Dicen que los viajes ilustran, porque te llevan a lugares que –ya ahí– tú te encargas de explorar y de vivir. El cine es por igual una ventana al mundo; por eso también te lleva a lugares, sin dejar tu butaca. Pero además, te lleva en compañía de historias: historias de gente, de eventos, de momentos. Es eso lo que aprendemos del cine: historias que valen la pena –en ficción o en documental– que te confrontan y te enseñan cosas. Por lo tanto, te enriquecen; te hacen crecer. 2) Entre esas historias extraordinarias, recuerdo de inmediato las de Rick e Ilsa (Humphrey Bogart e Ingrid Bergman) en Casablanca; primero en París y, mucho tiempo después, en Marruecos. También la de Danny Dravot y Peachy Carnehan (Sean Connery y Michael Caine) –en El hombre que sería Rey— al presentarse ante los nativos de Kafiristán como realeza descendiente de Alejandro Magno, ni más ni menos. Por igual recuerdo, en ¿Y adónde vamos ahora?, la historia de Amale (Nadine Labaki) y sus vecinas cómplices, que hacen todo y más para evitar la muerte de aun más seres queridos en su pequeño pueblo libanés, siempre convulso por los desencuentros religiosos entre católicos y musulmanes. Y no: nunca he estado ni en París, ni en Marruecos, ni en sitio alguno del Líbano.
3) Ahora bien, si se trata de tener las historias de más gente al mismo tiempo, lo que uno debe ver es Realmente amor, película por la que literalmente babeo (lo cual no me apena admitir). Sigue los vínculos románticos de ocho parejas británicas –de todas las edades– en tiempos de Navidad, entregándonos varios irrepetibles momentos de sinceridad, ternura, atracción, desconcierto, totalmente creíbles, disfrutables e irrefutables. Digamos que es All you need is love, en su versión fílmica y no de canción. 4) Desde la aparición de El padrino (1972), además de nuestra familia todos los cinéfilos tenemos otra: la de los Corleone, con papá Vito, mamá Carmella, hermana Connie y hermanos Sonny, Michael, Fredo y (aunque postizo) Tom, quien también es nuestro consigliori familiar. Si alguien se inconforma con esto, pues lo resolvemos haciéndole una oferta que no pueda rehusar. 5) Vaya nombres tan atractivos –musicales casi, que te acarician el oído– los de algunas actrices del cine nuestro de cada día. Por ejemplo este, uno de mis favoritos: Claire Forlani. O estos otros: Isabelle Adjani, Liv Tyler, Brie Larson, Gwen Stefani, Zoey Deutsch y Berenice Bejó. ¿Y en cuanto a personajes? Los nombres siguientes me parecen maravillosos: Tess Ocean (La gran estafa), Ellen Ripley (Alien), Norma Desmond (Sunset Boulevard), Elsie Stoneman (Nacimiento de una nación), Pepper Potts (Iron man), Annie Hall (Annie Hall) y, desde luego, Lola Lola (El ángel azul).
6) ¿Qué hace que te guste una película? En la mayoría de los casos, su historia, supongo; más aún, las aristas emocionales que esa historia contiene y proyecta. También, claro, la factura de la cinta; es decir, la redondez de su realización, en la que lo visual, lo dramático y la relevancia de lo narrado/mostrado derivan en una resonancia definitivamente mayor. Y por igual, alguna actuación memorable, para no sólo entender, sino también sentir y justificar, las acciones y reacciones del personaje frente a los eventos. Claro, son obras maestras esos films en los que todo lo anterior –y más– está en perfecta armonía, sumando en busca de la emoción y admiración del público. 7) Obras maestras, ¿como cuáles? En gustos se rompen géneros, pero más o menos puede coincidirse en títulos como los doce siguientes: El apartamento y Sunset Boulevard, de Billy Wilder; El espíritu de la colmena y El sur, de Víctor Erice; El padrino y El padrino II, de Francis Coppola; Sucedió una noche y Qué bello es vivir, de Frank Capra; 12 hombres en pugna, de Sidney Lumet; Vértigo, de Alfred Hitchcock; Viñas de ira, de John Ford, y Una separación, de Asghar Farhadi. Hasta aquí esta columna, con opiniones vertidas sólo por lo acotado en su título.
