Aunque de entrada cueste un poco creerlo, Spider-Man: de regreso a casa (Spider-Man: homecoming), recién apareció en el sitio #6 de la lista Las 10 mejores películas de 2017 hasta este momento (es decir, hasta la mitad del año), firmada por Ben Pearson, del staff de escritores del sitio slashfilm.com. En resumen, ¿qué méritos encontró el autor, para incluirla en dicha lista? De principio, un buen balance entre la acción –obligatoria en films de superhéroes– y el “día a día” de la vida común de Peter Parker (Tom Holland). También, el regreso al Spider-Man de los comics: un joven tímido al que le cuesta hablar con la chica que le gusta, más allá de sus escaramuzas con cualquier supervillano. Y finalmente, que el film utilice el carisma juvenil de Tom Holland como un arma, para un perfil centrado en el retrato de Spider-Man desde su centro, desde dentro.
A mí francamente me gustó Spider-Man: de regreso a casa. Se mueve como un péndulo (armónico) entre una película “de colegio” y –claro– una de esas en las que el planeta entero está en riesgo. Ahí están, de diversas maneras, nuclearmente o de “rozón” apenas, Tony Stark (Robert Downey Jr.), Adrian Toomes/Vulture (un magnífico Michael Keaton), Happy Hogan (Jon Favreau), la tía May (Marisa Tomei, atractiva como siempre) y hasta Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), apareciendo sólo un minuto. La cinta centralmente se ubica en los tiempos en que Tony Stark/Iron Man toma bajo su tutela al adolescente Peter Parker –para un interinato de “capacitación”– con miras a que su alter ego Spider-Man pueda convertirse en un Avenger más. Tiempos en los que el joven Parker se enfrenta, sin permiso de Stark, a Vulture, que está vendiendo armas hi-tech a villanos muy peligrosos, robadas por cierto de las Industrias Stark. Los eventos del film serán justo eso, pero no exclusivamente. Ofrece además la vida cotidiana de Peter, que asume una importancia que trasciende la mera referencia, sobre todo porque el joven se siente muy atraído por Liz (Laura Harrier), una de sus compañeras de colegio. Ambas vertientes –la acción y la cotidianidad– tienen sus momentos y espacio, e intersectan frecuentemente cuando es necesario, en ese balance (mencionado por Pearson) que referí al inicio. Si no lo han hecho, véanla: por entretenida, por sus dosis de humor, por Marisa Tomei, por Michael Keaton, por toda la secuencia del ferry partiéndose en dos, por el personaje de Michelle (la colegiala darketa) y, claro, por todo lo que aporta un Spidey novato, noble, juvenil y enamorado, metido en el traje rojo y azul hi-tech –no miserias– que le diseñó y regaló Iron Man himself.
Por cierto, las otras nueve películas en la lista de Ben Pearson –a discutir, por supuesto– son las siguientes: la comedia The little hours (10), de Jeff Baena, ubicada entre monjas del siglo XIV; Logan (9), de James Mangold, una entrega más de la saga en torno a los X-Men; John Wick, capítulo 2 (8), de Chad Stahelski, de nuevo con Keanu Reeves en el rol titular y una incorporación afortunada: la del rapero Common; Baby driver (7), de Edgar Wright, con argumento en la tónica de Drive, mas montones de música; Ya no me siento a gusto en este mundo (5), de Macon Blair, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival Sundance de principios de año; Mujer Maravilla (4), de Patty Jenkins, otra película de superhéroes (femenino, aquí) cuya virtud principal es “tratar verdaderamente sobre algo”, según palabras del propio Ben Pearson; ¡Huye! (3), de Jordan Peele, thriller de horror “social” (digamos) y sorprendente ópera prima de su director; Guerra por el planeta de los simios (2), de Matt Reeves, que completa la trilogía moderna del cine en torno a los desencuentros entre los simios y el género humano; y, en el lugar de honor, The big sick (1), de Michael Showalter, una comedia romántica que –ya lo verán– va a ganar el premio del público en la mayoría de festivales en los que se presente. Ya ahondaremos en ello.
