he only living boy in New York es una fina canción de Paul Simon, pero también el título original de la más reciente película de Marc Webb, realizador de 500 días con ella. En México alguien le dio el título de La amante de mi papá, haciendo gala de cero sutileza, de flojera y de mal gusto (la cinta es decepcionante, pero esas cosas no se hacen). Tiene que ver con un veinteañero tardío llamado Thomas (Callum Turner), que descubre el affaire de su padre (Pierce Brosnan) con una tal Johanna (Kate Beckinsale), lo cual —Thomas supone y teme– destruirá a su madre si llega a enterarse, puesto que su estabilidad emocional es frágil. Justo entonces, en la vida del joven aparece W. F. (Jeff Bridges), un misterioso vecino que se convierte en conciencia de Thomas (o algo así), a quien la vida le cambia por todos lados. La premisa es sugerente, pero el film la desperdicia con personajes sub-escritos, con eventos insuficientemente justificados, e incluso con un giro más bien descabellado que sorprendente. Una lástima, porque Callum Turner sabe actuar, porque Kate Beckinsale sigue tan presente y hermosa como siempre y porque los elementos daban para algo más significativo e importante que este melodrama en el que un protagonista quejoso hace pucheros. Así, lo mejor de La amante de mi papá es su soundtrack, lo cual no tiene que ser una buena noticia; incluye, claro, The only living boy in New York.
La que sí vale la pena es Extraordinario (Wonder), de Stephen Chbosky, basada en la novela bestseller de R.J. Palacio. Su historia es delgada pero de resonancias profundas: Auggie (Jacob Tremblay) es un niño de 11 años con Síndrome de Treacher Collins, origen de su rostro “distorsionado”, totalmente atípico. Por lo mismo, su única escuela ha sido su casa, con su madre como única maestra. Así las cosas, en familia deciden que es momento de que Auggie asista a una escuela normal, con todos los riesgos que eso implica (compañeritos, principalmente). Pero Auggie es, en efecto, genuinamente extraordinario; algo que esos compañeritos irán descubriendo gradualmente. Extraordinario es de fondo un film inspirador justo por su decisión de contenerse; se construyó cálido, sincero, en vez de apostar por la ruta fácil –pero también truculenta, dada la condición del niño– del sentimentalismo conmiserativo. Así, en el film no hay “lástima”, sino que apunta siempre (aplausos por ello) hacia una reflexión sobre la tolerancia como necesidad vital; para quien la recibe y para quien la otorga. Es a partir de esto que establece su conclusión principal: Auggie es diferente, sí, pero en el mejor de los sentidos y lo que merece verse a detalle en vez de su rostro lastimado. Julia Roberts y Owen Wilson encarnan a los valientes padres de Auggie; y además destaco a una maravillosa Izabela Vidovic como Via, la hermana del niño. Queda pues Extraordinario como una de las mejores opciones de la cartelera vigente.
Y en otro orden de ideas, se anunciaron las nominaciones al Golden Globe, con la satisfacción de que La forma del agua, de Guillermo del Toro, recibió siete, para competir en las siguientes categorías: mejor película de drama, mejor director, mejor guion (Guillermo del Toro y Vanessa Taylor), mejor actriz en un drama (Sally Hawkins), mejor actor de reparto (Richard Jenkins), mejor actriz de reparto (Octavia Spencer) y mejor música original (Alexandre Desplat). La forma del agua va a contender con Dunkirk, de Christopher Nolan; The post, de Steven Spielberg; Tres anuncios para un crimen (Three billboards outside Ebbing, Missouri), de Martin McDonagh, y Llámame por tu nombre, de Luca Guadagnino, que es por cierto una coproducción Italia-Francia-Brasil-EEUU. Cual lo mencioné en alguna otra columna, La forma del agua ha venido cosechando calificativos de obra maestra. Se ubica a inicios de los 60s –en tiempos de la “guerra fría”– y es una suerte de “cuento de hadas sobrenatural”. Que haya suerte para ella, porque más allá de ser una cinta canadiense-estadounidense, su talentoso director es nuestro.