Terminé el 2017 viendo tres películas: El gran showman, ópera prima de Michael Gracey; Perfectos desconocidos, de Alex de la Iglesia, e Historia de fantasmas, de David Lowery. Podemos considerar a las dos últimas entre lo mejor y más interesante del año fílmico, aunque llegaron una semana tarde al recuento de los 22 films top, que recién publiqué aquí en dos entregas. Pero no importa: sumémoslas y que la lista quede en 24. Antes de comentarlas, decir que El gran showman es un musical muy grato, trabajado a pulmón, con muy buenas canciones –once, inéditas– montadas con energía y exuberancia. Todo ello para conocer la vida y los sueños de P.T. Barnum (Hugh Jackman en el film), el hombre que en cierta forma reinventó el concepto de eso llamado “espectáculo” e incentivó el florecimiento del show bussiness desde su compañía: un circo estelarizado por personas “especiales” (diferentes, pues), a las que Barnum literalmente les obsequió una vida de genuino sentido. Las canciones son de Justin Paul y Benj Pasek, los letristas de La la land (a quienes no va a faltarles chamba a lo largo de mucho tiempo). Acompañan a Hugh Jackman en esta semi-biopic Michelle Williams (Charity, la esposa), Zac Efron (Carlyle, el socio), Zendaya (Anne Wheeler, la trapecista) y Rebecca Ferguson (Jenny Lind, la mejor cantante del mundo). El gran showman está nominada a tres Golden Globes: mejor película de comedia o musical, mejor actor en una comedia o un musical (Jackman) y mejor canción original (“This is me”). Bien vale la pena.
Perfectos desconocidos es, por su parte, una inteligente, provocadora, comedia negra, que a fin de cuentas versa sobre algunas facetas de la naturaleza humana. Un grupo de amigos –tres parejas y un tipo que ha acudido solo– se reúnen a cenar en el apartamento del matrimonio formado por Eva (Belén Rueda) y Alfonso (Eduard Fernández, extraordinario). Es noche de luna llena, de esas rojizas “como de sangre”, de las que (se dice) alteran a hombres y animales. La ocurrencia surge de pronto: para evitar la rutina y abrirse a lo inesperado, ¿por qué no dejar al frente, expuestos, los celulares de todos? Y todos de acuerdo en que cualquier subsecuente llamada, mensaje, whats, etc. queda completamente público y al alcance de los contertulios. Filoso y divertido, ¿no? (En realidad, no tanto). A partir de esto, Alex de la Iglesia ha construido una película tan entretenida como espeluznante. Porque los amigos de años (incluso tú) tienen secretos, vericuetos, aventurillas, que no deben conocer…ni los amigos de años. Filmada casi por completo en el limitado espacio de un comedor y una sala de estar, Perfectos Desconocidos —remake de la cinta italiana Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese– evita el riesgo de teatralidad a fuerza del concentrado trabajo de dirección de Alex de la Iglesia, cuyo dominio del oficio de filmar hace cinematográfico lo que meramente era (uni)situacional y dialogado (diálogos, por cierto, muy bien escritos). Pero hay que decirlo: lástima de un giro final que no parece el cierre más adecuado para confirmar la envalentonada adrenalina previa. El estupendo ensamble actoral se completa con Ernesto Alterio (Antonio), Juana Acosta (Ana), Eduardo Noriega (Eduardo), Dafne Fernández (Blanca) y Pepón Nieto (Pepe). Película que es toda una sorpresa, sobre ciertos temas que no son sorpresa alguna.
Y como queda poco espacio para Historia de fantasmas –la mejor de las tres, pero no para todos los gustos– sólo reproduzco aquí, con el debido crédito, la opinión del crítico Matt Singer en screencrush.com: Este film me perturbó mucho más que esos de horror más convencionales, porque Lowery sabe que lo realmente atemorizante de una historia en una casa “encantada” no es el fantasma o el demonio, ni los objetos cotidianos moviéndose fuera de su lógica. Lo es en cambio el recordatorio de que la muerte llegará por nosotros, estemos o no preparados. Créanme: hay mucho más que decir sobre esta cinta excepcional.