¿Qué haces cuando la cartelera fílmica no ofrece estrenos medianamente atractivos para tus gustos? ¿Dejas pasar la semana sin ir al cine? No necesariamente. Más bien regresas a ver eso que te gustó mucho, porque si fue un deleite la primera vez, es casi un hecho que lo será aún más en la revisión. Así, acoto brevemente lo que sin duda merece un segundo visionado, o un primero urgente si no se conoce. No profundizo dado que hablé ya de cada una de estas cintas, días atrás, en este espacio. Veamos…
Desde luego, el documental Rostros y lugares (Visages, villages) de Agnes Varda y JR, con ambos recorriendo Francia para encontrar gente en medio de sus comunidades y recuerdos, a fin de retratarlos y adornar con esas fotografías monumentales su hábitat todo (una manera de alegrar a esas personas). También Sin amor, cinta rusa de Andrey Zvyagintsev; drama de familia –un amargo proceso de separación conyugal– que involucra al niño hijo único de la rencorosa pareja. El chaval desaparece y los padres se dan cuenta hasta dos días después, al estar sólo interesados en “sus” asuntos. Un film imprescindible que a la fecha presume 17 premios internacionales. Y acaso la comedia de situaciones Noche de juegos (Game night), de John Francis Daley y Jonathan Goldstein, en la que un grupo de parejas a las que gusta competir en juegos de mesa intenta una nueva modalidad: jugar un secuestro “en vivo” cual si fuese totalmente real… ¿o lo es? Muy divertida, con personajes y diálogos memorables, a la que hay que quedarse hasta el final de los créditos (ya verán por qué).
Pero además, en paralelo, sí hay un estreno muy relevante y da mucho gusto que sea mexicano. Se trata de Sueño en otro idioma, del veracruzano Ernesto Contreras, que arrasó en las nominaciones al Ariel con 15, a mejores película, guion original (Carlos Contreras), fotografía (Tonatiuh Martínez), sonido (Pablo Tamez Sierra, Enrique Greiner, Raymundo Ballesteros), diseño de arte (Bárbara Enríquez), música original (Andrés Sánchez Maher), actor (Eligio Meléndez), coactuación masculina (Hoze Meléndez), coactuación femenina (Fátima Molina), actriz de cuadro (Norma Angélica y Mónica Miguel), revelación femenina (Nicolasa Ortíz Monasterio), efectos especiales (Alejandro Vázquez), vestuario (Gabriela Fernández) y maquillaje (Maripaz Robles). En efecto, se ve muy extraño que entre tanto mérito el director Contreras no aparezca nominado; tal vez porque él mismo es Presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (AMACC), que justo es la instancia convocante del Ariel.
En Sueño en otro idioma, Martín (Fernando Álvarez Rebeil) es un lingüista deseoso de estudiar el zicril, dialecto del que sólo quedan en el mundo tres hablantes, ancianos ya. Al morir uno de ellos, Martín enfrenta el reto de conseguir un reencuentro de los dos restantes, peleados durante más de 50 años, para rescatar al zicril y evitar su desaparición. Tal es el sostén argumental de la película de Contreras, que en realidad tiene más vertientes y lecturas. Desde luego está como núcleo el asunto “memorial” del dialecto en extinción, pero al parejo temas que transitan otras rutas: el arraigo de la gente con sus costumbres y cultura; la fuerza de los afectos intensos, aún en sus etapas de desencuentro; la necesidad vital de perdonar (olvidar ya es otra cosa) para poder seguir adelante; y en fin, el respeto a las diferencias –sociales, vivenciales, culturales– dado que no nos separan, sino en cambio nos completan y hermanan. Sueño en otro idioma también es de esos films que merecen verse dos veces –o más– dadas su sensibilidad y su belleza, a las que se suma el respeto, en fondo y forma, por los universos que explora. No tengo duda de que puede ubicársele entre lo mejor de la producción nacional de esta década.