Enlisto aquí, con un comentario breve, diez de las películas que más me gustaron a lo largo de este 2018 –al final serán veinte– exhibidas en salas comerciales. Las entrego en estricto orden alfabético. De libros, amores y otros males (The bookshop), de Isabel Coixet: película serena, contenida, entrañable, tan simple como emotiva, sobre una viuda que busca reencaminarse desde lo que la define –la lectura y los libros– a través de la apertura de su librería; más un refugio, un oasis, que un negocio. En la penumbra (In the fade), de Fatih Akin: film imprescindible relativo a una mujer que busca justicia en los juzgados, tras la muerte de su esposo y de su hijo en un atentado, presumiblemente por motivos raciales. El insulto (L’insulte), de Ziad Doueiri: resonante drama de conciencias en el que los dos antagonistas son víctimas por igual, rehenes de un lugar y un tiempo que los somete a un destino azaroso, que pende de alfileres. Es de esto que surge el impacto de la película: Toni y Yasser, tan heridos por el otro (y asfixiados por una cobertura mediática voraz e inescrupulosa), deberán revisar y reconsiderar sus existencias –sus prejuicios, sus sentimientos– desde la humanidad que late en cada uno. Una verdadera gema.
El sacrificio del ciervo sagrado (The killing of the sacred deer), de Yorgos Lanthimos: drama absorbente, inquietantemente contenido, que incursiona (sin hacerlo evidente) en el horror psicológico. Tiene que ver con un adolescente que se hace “cercano” a la familia del cardiocirujano al que se le murió el padre del chico en la mesa de operaciones. Dicho como elogio, película incómoda, diferente, para sensibilidades recias. Lady Bird (Lady Bird), de Greta Gerwig: comedia sobre una adolescente a la que le urge salir de Sacramento para irse “adonde está la cultura”. Cinta inteligente y completamente disfrutable sobre mujeres que identifican su situación, que convierten a sus sueños en guía y que enfrentan los retos derivados. La forma del agua (The shape of water), de Guillermo del Toro: cuento de hadas sobrenatural sobre una solitaria empleada de limpieza, muda, que se enamora de un ser anfibio, “sujeto” de un experimento top secret. Un poco de E.T. más una pizca de Dr. Insólito y de La bella y la bestia, en sinergias perfectas para un elixir tanto deleitoso como excitante.
La libertad del diablo, de Everardo González: documental sobrecogedor, doloroso, en el que las máscaras dan anonimato, pero el rostro de la violencia en México está ahí, ofrecido por víctimas y perpetradores. Film que te abofetea, imprescindible como ángulo de reflexión sobre los tiempos que padecemos. La maestra del kínder (The kindergarten teacher), de Sara Colangelo: drama (que se torna apabullante) en la que una profesora de párvulos se obsesiona –lo que la confunde drásticamente– con el talento para la poesía de uno de sus alumnos de tan sólo 5 años. Cinta retadora, muy tensa (aunque su fachada diga otra cosa), de lo más absorbente e interesante que llegó este año. La muerte de Stalin (The death of Stalin), de Armando Iannucci: sorpresiva comedia satírica –de agudeza e irreverencia que en cierta forma remiten a los hermanos Coen– sobre el poder no como el atributo temporal que posibilita servir, sino como ese bien que no puedes permitirte perder. Una sacudida crítica, inteligente, muy divertida, a las dictaduras. Los Adioses, de Natalia Beristain: trabajo en dos tiempos fílmicos que recoge etapas de la juventud y adultez de Rosario Castellanos, en la difícil sinergia de su madurez como escritora, de su incansable lucha feminista y de su tormentosa relación de pareja con el filósofo Ricardo Guerra. Estupendo retrato de una personalidad en conflicto con su tiempo. La próxima semana, las otras diez, que serán: Apóyate en mí, Crimen en El Cairo, Muchos hijos, un mono y un castillo, Nace una estrella, Nunca estarás a salvo, Rostros y lugares, Tres anuncios por un crimen, Un pequeño favor, Una familia peculiar y Una mujer fantástica.