No son pocos los que se acuerdan de Juego de lágrimas (1992), aquella película del irlandés Neil Jordan que generó bastante polémica a partir de algún giro relativo al transgénero en su argumento. Recién ha llegado lo nuevo de Jordan, La viuda (Greta), en la que una solitaria mujer mayor (la del título, encarnada por Isabelle Huppert) hace amistad con Frances (Chloë Grace Moretz), una jovencita que le ha devuelto la bolsa que Greta olvidó en un vagón del metro neoyorkino. Las cosas marchan bien entre ellas, hasta que Frances descubre que su “amiga” guarda en un armario múltiples bolsas como la que encontró, revelando que Greta las utiliza como recurso para atraer “compañía” a su casa. Eso molesta –y asusta, sobre todo– a Frances, quien decide alejarse definitivamente de Greta. Pero la otoñal dama tiene otra idea: seguir, acosar, hostigar a Frances, para recuperarla. Una mujer como Greta tiene una agenda por cumplir…
La viuda es una película interesante, pero no lo que pudo ser. Principalmente porque tiene algunos boquetes de guion. Como en la escena en que la “roomie” de Frances es perseguida en una calle, por alguien capaz de tomarle fotos cercanas pero que inexplicablemente no es visible ni para la chica ni para la audiencia. Concesiones así, de ese tamaño, no extinguen a la película, pero la tornan medio “chiflada” a ratos, así como está Greta, capaz (un mero ejemplo) de acabar con alguien “molesto” mientras baila cual mariposilla traviesa, descalza, por el living de su casa. Es así que La viuda pierde el carácter que más le favorece –el de un thriller riguroso– para convertirse en uno más bien “ocurrente”(?), que deriva en que el espectador se asfixie menos y –digamos– se “entretenga” más. No la mejor vertiente para un thriller de horror que se precie. Pero los trabajos de Huppert y de Grace Moretz son convincentes, con lo cual, reitero, te mantienes ahí, conectado, aunque no totalmente convencido. Así pasa a veces: están todos los elementos para una experiencia mayor y…algo se pierde en el camino. Finalmente, por igual debe destacarse el también sobresaliente trabajo de Maika Monroe en el rol de Erika, la descocada “roomie” de Frances que a la larga adquiere peso y revela que tan descocada no es. Maika ya había alternado con Chloë Grace Moretz en La 5ª ola y quizá algunos la recuerden como la jovencita perseguida en Está detrás de ti (It follows).
Cambiando de asunto, cayó en mis manos una lista: “las 10 mejores películas sobre el amor del siglo XXI”. Listas hay muchas, frecuentemente poco objetivas; pero lo que más llama la atención de esta es que los títulos que contiene no corresponden al concepto tradicional de lo romántico –más bien son películas “bravas”– y también sorprende que no contiene films de directores estadounidenses. En la lista aparecen dos de Wong Kar-Wai, ambas de China-Hong Kong: Deseando amar (2000) y 2046 (2004), con la segunda funcionando como una suerte de secuela. De horror y todo, tiene su lugar la sueca Déjame entrar (2008), de Tomas Alfredson, que después derivaría en un remake gringo. Las otras siete cintas son, en orden cronológico: La niña santa (2004; Argentina), de Lucrecia Martel; Mi verano de amor (2004; Reino Unido), de Pawel Pawlikowski; Reencarnación (2004; Reino Unido), de Jonathan Glazer; 5 centímetros por segundo (2004; Japón), de Makoto Shinkai; Cuatro noches con Anna (2008; Polonia), de Jerzy Skolimowski; El amor de mi vida (Bright star, 2009; Reino Unido-Australia), de Jane Campion, y Tabú (2012; Portugal), de Miguel Gomes. Reviso estos títulos y encuentro que es mucho lo que ofrecen a revisión: amores platónicos, reencarnación potencial, las complejidades del amor, lesbianismo, obsesión sexual, amores inexpresados y hasta la poesía de John Keats –y el poeta mismo– como catalizadores de un amor apasionado. Por cierto, vale la pena acotar que 5 centímetros por segundo es una animación. Habrá que verlas (o re-verlas) todas.