Todo mundo –público y crítica– está hablando de Joker. Yo voy a hacerlo también, pero después de verla una segunda vez, para mejor matizar varios de sus más importantes rasgos. De entrada, decir que sí se percibe como una película importante, de lecturas diversas, que por ende no es tan sencillo delimitar. Creo que nadie podrá quejarse de que sea poco atractiva; en cambio, es evidente (y ha sido manifiesto estos días) que divide las opiniones. En especial, bastante comprensible, entre lo que piensa la crítica y lo que piensa el público; mientras que los especialistas promedian a Joker en 6 (sobre 10), los cinéfilos la tienen en 9; un mundo de diferencia. Ahora bien, sorprende un poco –y muchos no lo saben– que su director sea Todd Phillips, conocido más bien por comedias deschavetadas como Viaje censurado (2000), Aquellos viejos tiempos (2003), Escuela para idiotas (2006), Todo un parto (2010) y, especialmente, ¿Qué pasó ayer? (2009) y sus dos secuelas (de 2011 y 2013). Es decir que se reclutó a un guasón para contar los orígenes de otro, muchísimo más intenso. Ya tendré ocasión de comentar Joker con amplitud.
Pero me quedo en geografía cercana: cual todos sabemos, el intérprete del personaje es Joaquín Phoenix, un actor con 38 años de trayectoria que antes de Arthur Fleck –el Guasón— encarnó, entre otros, a un Emperador de la antigua Roma (en Gladiador; 2000), al legendario músico country Johnny Cash (Johnny & June; 2005), a Jesucristo (María Magdalena; 2018), e incluso a sí mismo, en el documental de Casey Affleck Sigo aquí (2010). Se le nominó al Oscar por las dos primeras, igual que por The master (2012), por su rol de un inestable veterano de la Marina que –a su regreso de la 2ª Guerra Mundial– se engancha con un líder religioso y con las causas de su secta. Sin ahondar demasiado en este momento, es cierto que Joker ha representado un tour de force para el competente Phoenix, confirmando además su amplio rango interpretativo. En fechas recientes, otros dos trabajos suyos se quedan en la memoria: el del profesor de filosofía desencantado y sin rumbo de Un hombre irracional (2015), de Woody Allen, y el del irreverente monero parapléjico John Callahan –un personaje real– en No te preocupes, no irá lejos (2018), de Gus Van Sant. Pero está claro: ahora será principalmente ubicado como el “lacerado” Arthur Fleck. Así pues, que Phoenix ponga una “carita feliz”. Y desde luego, no podía faltar en Joker (con ironía y hasta sin ella) Smile, la hermosa, dulce melodía escrita por Charly Chaplin para Tiempos modernos, con el acierto –por obvias razones– de que se escuche en la rasposa voz de Jimmy Durante.
Y en otro orden de ideas, es de desearse que pronto estrene entre nosotros Judy, de Rupert Goold, en la que Renée Zellweger encarna a la añorada Judy Garland, en tiempos de sus conciertos en Londres en el invierno de 1968, poco antes de su muerte. El tagline de la película es Judy Garland: la leyenda detrás del arcoíris. Aunque es mejor ser historiador que profeta, a la distancia promete ser una experiencia tan atractiva como gratificante. Por igual comento que Liza Minnelli –la hija de Garland, muy talentosa también– se manifestó públicamente en torno a la cinta de la forma siguiente: “Nunca me he reunido ni hablado con Renée Zellweger; y personalmente no aprobé ni sancioné este proyecto en forma alguna”. Vamos: contenta no está. Por cierto, Zellweger nació en 1969, justo el año en el que Judy murió. Es ella quien interpreta las canciones que se escuchan en el film, entre las que están Somewhere over the rainbow, Get happy, Have yourself a merry little Christmas y seguro algunas más. Con buena acogida, Judy ya circuló por festivales (Telluride, Toronto, Calgary, Aspen, etc.) y de aquí a fin de año estrenará en diversos países. Una película especial para quienes están familiarizados con Judy Garland, pero también para quienes poco o nada la conocen. La verdad, muchos deseos de verla.