La última vez que escribí sobre alguna película de Woody Allen fue justo hace tres años, a propósito de Café Society. Aquí un resumen (dos párrafos) de aquel texto, como preámbulo al tema de esta columna. “Café Society es una historia –relativamente menor– de amores y desamores, ubicada en los 30s. En Los Ángeles, Bobby (Jessee Eisenberg) se enamora de Vonnie (Kristen Stewart), quien a su vez mantiene un affaire con el poderoso representante de estrellas Phil Stern (Steve Carell), no sólo casado sino además tío del ingenuo Bobby. La trama se traslada a la Gran Manzana: lastimado, Bobby se dedica a administrar el nite-club de su hermano Benny –mafioso de medio pelo– intentando olvidar su fallido romance. Se casa y encarrila su vida, hasta que una noche (a-lo-Casablanca) Vonnie aparece por el lugar, acompañada de su marido y dispuesta a hacerle plática. No sé que habría pasado de estar ahí Sam, interpretando ‘As time goes by’…
Comedia de tintes melodramáticos, Café Society es bastante aséptica (salvo por los excesos de Benny y sus hampones) y no está entre lo mejor de Allen. Cierto: su elegancia y atmósfera nostálgica la hacen grata, pero eso no alcanza para que en ella florezca alguna trascendencia. Sin embargo, sobresalen: la fotografía de Vittorio Storaro, muy acorde al tono y época; la actuación de Kristen Stewart, entregando una Vonnie al tiempo frágil y firme, tanto dubitativa como decidida, termómetro de los eventos; el soundtrack, con temas como “I only have eyes for you”, “The lady is a tramp”, “Rapsodia sentimental” y “More than you know”; y desde luego, el atractivo de los films inmersos en el star system”.
Pues bien, recién estrenó por todas partes la cinta más reciente de Woody Allen: Un día lluvioso en Nueva York, con Elle Fanning, Timothée Chalamet, Jude Law, Selena Gómez y hasta Diego Luna, en un muy buen rol. En ella, los novios Gatsby (Chalamet) y Ashleigh (Fanning) llegan a Nueva York a fin de que ella entreviste, para el periódico de la universidad, a Roland Pollard (Liev Schreiber), un célebre director de cine. Además, claro, la idea es pasar unos días paseando por la ciudad, que Ashleigh no conoce. Pero la entrevista deriva en giros inesperados, que convierten a la chica en objeto de interés no sólo de Pollard, sino también de su guionista Ted (Jude Law) y de un famoso actor latin lover (Luna). Por ello –más y más descorazonado– Gatsby deambula por Nueva York, rumiando el perder a su chica, pero con tiempo de jugar poker, confrontar a su madre y encontrarse con Chan (Selena Gómez), quien ha dejado de ser la hermanita menor de alguna novia de su pasado. El idílico viaje de fin de semana, convertido pues en un momento definitorio (de esos de quemar las naves), para Ashleigh y Gatsby, e inopinadamente, un poco también para el trío de varones cautivados por la joven.
Un día lluvioso en Nueva York –como Café Society una comedia romántica sobre las relaciones de pareja– deja la impresión de querer ser una fábula. Tal vez por eso un Nueva York “menos todo”: menos urgente, menos bullicioso, menos áspero, menos reconocible. Y en ese marco, esta suerte de cuento de hadas contemporáneo, atípico, más bien superficial, que desde luego puede verse (y a ratos, hasta disfrutarse) pero que palidece entre personajes cuyas motivaciones esenciales –verbalizadas con mucha claridad– no encuentran reflejo en acciones más decididas, más contundentes, para alcanzarlas. Excepto Chan (una Selena Gómez espléndida), los demás parecen depender o estar a la espera de que alguien les enmiende la plana, no importando su rango de experiencia: la colegiala Ashleigh es quien “reorienta” a los veteranos Roland y Ted; la ex-adolescente Chan quien “sacude” a Gatsby; una escort (de 500 dólares la noche) quien abre la puerta a que Gatsby reencuentre respeto por su madre. En un contexto realista, puntos que podrían cuestionarse; pero ya no en la fábula. Gris y todo, un día lluvioso cuyas gotas pueden disfrutarse.