Para seguir en casa –y “ayudarnos” viendo cine– propongo ahora cinco destacados films españoles, que nos permiten, en cuanto a tono, acceder a comedia, a melodrama y a drama. Son, además, de directores muy importantes. Veamos que os parece…
Mar adentro (2004), de Alejandro Amenábar. La historia del pescador Ramón Sampedro, quien a los 26 años se parte el cuello y queda tetrapléjico. A partir de eso y apoyado por su familia, emprende una lucha de tres décadas por una muerte prematura, ante la imposibilidad “de una vida digna”. Javier Bardem, en el rol de Sampedro, entrega una actuación tan extraordinaria como la persona a la que encarna. Amenábar construye de ahí un film poderoso y equilibrado, que es racional y emotivo al mismo tiempo. Película obligada, que contiene varios momentos inolvidables y conmovedores.
El séptimo día (2004), de Carlos Saura. En 1990, en una comunidad de Badajoz de apenas 200 habitantes, tiene lugar el definitivo ajuste de cuentas entre dos familias, por una rencilla de más de tres décadas. Con el odio y el deseo de venganza a flor de piel, los Fuentes no sólo disparan a quienes se apellidan Jiménez, sino a todo ser vivo que se mueve. El saldo: nueve muertos y doce heridos graves, algunos de los cuales quedan impedidos de por vida. Basada en hechos reales, esta película sobrecogedora se torna una reflexión sobre la intolerancia humana y, por supuesto, sobre nuestra irracionalidad, tan profunda en su rencor que los protagonistas –sacrificando a las nuevas generaciones– sofocan hasta la más mínima posibilidad de distensión. Se escucha en ella una línea definitoria: “Dicen que Dios creó al mundo en seis días y que el séptimo descansó; tal vez por eso las cosas más tristes suceden en domingo”.
Blancanieves (2012), de Pablo Berger. Adaptación del cuento de los Grimm a la Sevilla de los años 20s, silente en cuanto a diálogos –sólo visualidad y música– con hermosa fotografía en blanco y negro. Todo encaja: el palmeo andaluz, que lleva la historia hacia adelante; los luminosos rostros de las Carmen de diferentes edades; el blanco y negro, dando resonante hondura a las imágenes; el sentimiento trágico –aunque el origen sea un cuento para niños– e incluso el final ideado por Berger, diferente pero más acorde al tono de su película. Una versión “libre” entre sevillanas y tradiciones, para ilustrar, más allá del atesorado relato infantil, una historia de amores vigentes: el de Villalta por su mujer fallecida; el de Carmencita por su padre ausente; el de Rafita por Blancanieves, y el del cine de hoy por el silente cine de antaño.
Los amantes pasajeros (2013), de Pedro Almodóvar. Un avión con rumbo a la Ciudad de México presenta una avería en su tren de aterrizaje. Los pasajeros de primera clase y parte de la tripulación se enfrentan al problema. Con esta bizarra y pintoresca comedia, el realizador manchego regresa al tono y maneras que le dieron celebridad entre mujeres al borde de un ataque de nervios y “otras chicas del montón”. Sus personajes son vidas en el aire, a la espera de un “aterrizar” peligroso que es también metafórico. Film fársico, irreverente, recurrentemente absurdo y casi siempre disfrutable, al que no por ello le “compras” o agradeces todo. En síntesis, “muy Almodóvar”, que así (como adjetivo) puede significar lo mismo un elogio que un rechazo; cuestión de gustos y afinidades.
Julieta (2016), de Pedro Almodóvar. Julieta es mostrada en dos etapas, entre rupturas familiares y pérdidas; la principal, la de su hija Antía –núcleo esencial del argumento– doce años desaparecida. Para explorar el tema de la culpa, el guion está ejecutado como un melodrama “intenso”, de rasgos incluso trágicos, que navega aguas que reiteradamente remiten a Hitchcock (sin ser lo mismo) y a un cierto sentimiento noir que, inesperadamente, bien corresponde.