En tiempos recientes es mucho lo que se ha hablado de El irlandés, de Martin Scorsese, a partir de que todo el mundo la vio (y con gran entusiasmo). Por eso, mejor ocupémonos ahora de otros cuatro títulos del nacido en Queens, como opciones para darle utilidad y valor superior al tiempo que, protegiéndonos, pasamos en casa. Los cuatro son de este siglo y se entregan en orden cronológico, según el año de producción.
Pandillas de Nueva York (2002). Fresco histórico –mediados del siglo XIX– de las feroces luchas callejeras entre clanes que forjaron historia y perfiles de la ciudad de Nueva York. Clanes asimilados en dos facciones principales: los inmigrantes –irlandeses en su mayoría– buscando espacios y alternativas, y los nativos, racistas enemigos de compartir su ciudad y nación con cualquiera no nacido en suelo americano. El cruel líder de los nativos, Bill Cutting (Daniel Day-Lewis), apodado “el Carnicero”, mata al líder de los inmigrantes, el sacerdote Vallon (Liam Neeson), cuyo hijo Amsterdam (Leonardo DiCaprio) regresará 16 años después a vengar la muerte de su padre. Pandillas de Nueva York es una película notable, de visualidad atrapante. Y no es el personaje de Amsterdam el gran catalizador de este relato de venganza, muerte y parto sociopolítico; lo es en cambio Bill Cutting, ese “Carnicero” xenófobo y desalmado que, irónicamente, tiene también algo de filósofo. Scorsese retrata pues –sin concesiones– el pecado original de la Gran Manzana, siendo muy gráfico en la violencia: “Sabed todos cómo la sangre derramada –de justos e injustos– puede ser origen, así como es final”.
La invención de Hugo (2011). En el París de los 30s, un niño se obsesiona con encontrar la llave que encaje en la cerradura de un autómata que dejó atrás su padre muerto. En esa búsqueda aventurera, hace amistad con la ahijada de un tal Georges Melies, anciano replegado en sus atesorados secretos propios. Una obra mayor, en la que están la magia de un cuento de hadas, el amor y la reverencia por el cine y sus creadores, y un narrador/artista en plena forma. Si el nombre “Georges Melies” sólo significaba algo (mucho) para estudiantes de cine, ahora será valorado y recordado por todos quienes ven esta cinta. De muchas formas, La invención de Hugo es para Scorsese su propio Viaje a la Luna.
El lobo de Wall Street (2013). Adaptación de las memorias del ex-corredor de Bolsa Jordan Belfort, convicto por delitos relacionados con manipulación de acciones bursátiles y lavado de dinero –unos 200 millones de dólares– en perjuicio de cientos de inversionistas. A pesar de focalizar en escándalos y engaños de todo tipo, en inescrupulosos fraudes colectivos y en profundas bancarrotas (morales, más que financieras), trátase de una comedia, por increíble que parezca. Financiada de manera independiente, la película abunda en palabrotas, fiestas orgiásticas y escándalos épicos, todo entregado por Scorsese, hay que admitirlo, con un brioso, inmaculado, oficio cinematográfico. Si bien desde la excelencia fílmica, lo que El lobo de Wall Street narra es un affaire de miseria moral, a partir de personajes esencialmente detestables que Scorsese hábilmente convierte en “divertidos”. El punto de vista del argumento es siempre el de los abusivos, nunca el de las víctimas.
Silencio (2016). De honda religiosidad, Silencio es un drama histórico ubicado en el Japón persecutorio del siglo XVII, en torno a dos jesuitas portugueses que arriesgan sus vidas mientras buscan a su guía espiritual desaparecido e intentan cumplir su labor pastoral en el más peligroso –y clandestino– de los contextos. Impactante y absorbente, de rigor implacable, se ocupa de la fe como un sustento perenne que puede debilitarse o abandonarte en determinadas coyunturas. Su tagline –más que eso– resulta una descripción: “El silencio es a veces el más mortífero de los sonidos”.