El cine es francés por nacimiento. Además y desde entonces, justo han sido films galos una buena parte de la mejor representación del cine como arte, con obras irrepetibles (minúsculo botón de muestra) como Napoléon (1927; Abel Gance), Las reglas del juego (1939; Jean Renoir) y Los hijos del Paraíso (1945; Marcel Carné). Aquí un pequeño “ciclo francés” para ver en casa, advirtiendo que la cinta de Labaki es más bien coproducción.
Amelie (2001), de Jean-Pierre Jeunet. Amelie la protagonista –inmersa en un mundo de fantasía propio– descubre la posibilidad de alegrar a sus semejantes, simplemente “rodeándoles” de buenas acciones desinteresadas; una posibilidad –sí– que muchos consideran muerta y enterrada. Imaginativa gema –traviesa, romántica y estimulante a partes iguales– que además se las arregla para incluir (y aprovechar) una pequeña y sutil dosis de perversidad. La actuación de Audrey Tautou como Amelie se ha comparado con algunas de otra Audrey extraordinaria: la inolvidable Hepburn.
¿Y adónde vamos ahora? (2011), de Nadine Labaki. Un grupo de mujeres católicas y musulmanas –cansadas de ver morir a sus seres queridos por las diferencias religiosas– se unen para emprender acciones drásticas, incluso descabelladas, que posibiliten reestablecer la paz en su pueblo, aislado en la serranía libanesa. Sorpresiva, extraordinaria película multitonal –a ratos comedia, a ratos melodrama, a ratos drama, alternándose– que pone de relieve el valor de la fraternidad, de la solidaridad y de la tolerancia, así como la necesidad de vivir en paz no a fuerza, sino en razón de humanidad. La cinta presume galardones en los festivales de Cannes, San Sebastián, Oslo, Toronto y Estocolmo.
En la casa (2012), de Francois Ozon. Versa sobre un profesor de literatura que va interesándose más y más –hasta casi obsesionarse– con las tareas de uno de sus alumnos, escritas a propósito de la familia de un compañero de clase. De manera cada vez más invasiva, más voyeurista, más íntima, el chico se abandona a la atracción de escribir sobre quienes la integran (el padre, la madre, su compañero, la relación entre todos ellos), mientras el profesor –algo asustado– lo orienta al respecto. El intenso, magnético proceso “creativo” del joven llega al grado de confundir (más que fusionar) ficción con realidad. Un film, entonces, sobre la necesidad de crear e imaginar, y sobre los caminos transgresores del arte, siempre justificados –con razón o sin ella– en nombre del arte mismo.
La vida de Adele (2013), de Abdellatif Kechiche. Dos jovencitas exploran juntas sus emociones, su sexualidad y sus relaciones (o la carencia de ellas) con la gente de su entorno. Cine para adultos, de sexualidad explícita y disruptiva, que por ende no es para todos los temperamentos. Ganador de la Palma de Oro en Cannes, brillantemente actuado y dirigido, parece uno de esos films más para la crítica que para el gran público. Justo el film que le enseñó al mundo que “el azul es el más caliente de los colores”.
Enamorado de tu mujer (2018), de Daniel Auteuil. Tiene un arranque contundente: Daniel (el propio Auteuil) –felizmente casado con Isabelle (Sandrine Kiberlain)– invita a cenar a casa a su también septuagenario amigo Patrick (Gerard Depardieu), quien llega con su nueva novia Emma (Adriana Ugarte), de sólo 30 años, con la que vive tras de abandonar a su esposa…la mejor amiga de Isabelle. Pero esto pasa a ser lo de menos cuando la despampanante Emma literalmente emboba con su belleza al anfitrión, quien –sin poder evitarlo– fantasea con la hermosa invitada. Cierto: les contemplan 40 años de diferencia, pero como se sabe, la imaginación es canija. Comedia más “de enredos” que romántica, refrescantemente inofensiva (dicho como un elogio) y muy bien actuada, trátase de una cinta genuinamente divertida. Sólo hay que verle la cara a Daniel mientras contempla (babeante) a Emma, así de espectacular, luminosa y desenfadada. Priceless…