Después de sucesos trágicos -sin explicación satisfactoria, en mi opinión- y luego de una elección legal pero con muy pobre participación, el señor Barbosa asumió la titularidad del poder ejecutivo en el Estado.
¿Qué ha pasado en su administración? En principio, nada ha cambiado sustancialmente.
Ha sido un gobierno mediocre, con cuates y cuotas de poder para quienes apoyaron a un candidato sin méritos -lo dije siempre- que ha demostrado tener talento para la politiquería pero no para la administración pública.
La violencia no se ha contenido -no olvidemos las marchas del 8 y 9 de marzo y sus motivos- y los pleitos con diversos sectores -los Ayuntamientos, las universidades y la prensa, como ejemplos- han sido una constante. Tampoco ha habido liderazgo, como se comprueba con el desastre en el control de la pandemia -la gente no sigue indicaciones preventivas porque no confía en la autoridad- y con los frecuentes cambios de funcionarios -unos se van y otros llegan sin mayor explicación. La obra pública prácticamente no existe y la rendición de cuentas presupuestales no es transparente.
Yo no creo en la solicitud de renuncias y menos en el golpismo contra autoridades constituidas según el derecho, aunque haya agujeros en las normas. Sostengo que lo que se debe hacer es exigir el cumplimiento de leyes, obligaciones y compromisos. Para eso existen los otros poderes, entre otras razones, para equilibrar la fuerza y dar cabida al reclamo legítimo. La realidad es que en este momento tenemos un poder judicial sumiso y temeroso por sus actos pasados y un poder legislativo abyecto, el peor en la historia de Puebla.
Así que no queda más que acudir a las ‘benditas redes sociales’ y ahí exigir trabajo y exhibir transas, mentiras y traiciones donde las encontremos.
En unos meses, podremos expresar en las urnas nuestra opinión, hay que tener paciencia. Un Congreso plural y representativo más gobiernos municipales eficientes pueden hacer diferencia y rescatar lo que hemos perdido como sociedad.
Es cierto que los partidos políticos no garantizan mucho y no entusiasman nada, pero hay que ver si alguno abre las puertas a ciudadanas y ciudadanos honestas y bien intencionados; el que lo haga puede ganar con contundencia.