Hace alrededor de tres meses, escribí una columna sobre la belleza femenina en el cine, para este espacio. Comenzaba así: ¿Quiénes son las actrices poseedoras de los rostros más hermosos del cine contemporáneo? Bueno, en gustos se rompen géneros; pero ante la pregunta, de inmediato se agolpan respuestas casi indiscutibles. A partir de eso, bordé en torno a ocho nombres: Keira Knightley (Realmente amor), Gabrielle Anwar (Perfume de mujer), Macarena García (Blancanieves), Kate Beckinsale (Serendipity), Emma Watson (La bella y la bestia), Jennifer Connelly (Una mente brillante), Zoey Deutch (Academia de vampiros) y Alexxis Lemire (Si supieras). Ya con poco espacio, mencioné ocho nombres más, de actrices reconocidas por su belleza y por su significativo talento: Emily Blunt (El regreso de Mary Poppins), Jessica Biel (El ilusionista), Jessica Alba (Sin city), Kristen Stewart (Crepúsculo), Neve Campbell (Scream), Anna Kendrick (Amor en el aire), Saoirse Ronin (Lady Bird) y Teresa Palmer (Hasta el último hombre). Desde luego, insistiendo en que al final del día todo aterriza en una cuestión de gustos.
Ahora bien, ¿qué rostros se nos quedaron en el tintero, de actrices no sólo bellísimas sino también de significativa trayectoria? Bueno, al menos los de dos mexicanas: Salma Hayek (El Callejón de los Milagros) y Elpidia Carrillo (De tripas corazón). La veracruzana, no hay duda, es una de las celebridades más conocidas del mundo y no sólo por su linda cara. Elpidia por su parte –michoacana de nacimiento– no tiene ni mucho menos ese rango de fama, lo cual no resta un ápice ni a su belleza, tan mexicana, ni a su enorme talento. Antes de ellas –y sin ir tan atrás a los inolvidables rostros de nuestro cine clásico– también viene a la mente Ofelia Medina, de señera trayectoria. Nunca voy a olvidar (por resultarme una “aparición”) su hermoso/luminoso rostro, empapado, sonriente, en Muñeca Reina, de Sergio Olhovich. Además, desde luego hay que considerar –de momentos recientes, en niveles no menores– a Ana de la Reguera (Así del precipicio), Sandra Echeverría (Cambio de ruta) y Ana Claudia Talancón (El crimen del Padre Amaro). Que viva México.
Y de regreso al ámbito internacional, hay un puñado más de talentos a mencionar, más y menos jóvenes, en virtud de su atractiva/magnética presencia en la pantalla grande. Como Debra Winger (Reto al destino, Urban cowboy), que nos hizo babear a más de uno con su figura y lozano rostro, de expresivos ojos púrpura. (Anécdota real: inmediatamente después de verla en Reto al destino, un primo mío le envió un espectacular arreglo floral, a través de la Agencia de Talentos que la representaba. Desconozco qué le escribió en la tarjeta, pero más o menos lo imagino. Muy decidido, el primo). Como la icónica Cybill Shepherd, inolvidable para la generación que vivió el estreno de La última película (1971), cinta de su debut a los 21 años, en la que la conocimos y disfrutamos en fotografía blanco y negro. Justo la mujer con la que se obsesiona Travis Bickle en Taxi driver y misma dama de la que Charles Grodin se enamora sin remedio en Un cambio de planes (1972), al instante de conocerla en una playa…tres días después de su matrimonio (el de él). Como Michelle Monaghan; curiosamente –o no tanto– la guapa actriz que interpreta, 35 años después, justo el rol a cargo de Cybill Shepherd en Un cambio de planes, en el remake de dicha cinta, exhibida en México como La mujer de mis pesadillas (2007). Como Olivia Hussey –nacida en Buenos Aires– quien a los 16 años obsequió al mundo probablemente la Julieta más recordada de la historia del cine, en Romeo y Julieta (1968) dirigida por Franco Zeffirelli. Y como Katharine Ross, en la memoria para siempre por otro rol que se tornó legendario: el de Elaine Robinson, en la icónica El graduado (1967). Y de nuevo se acabó el espacio. Ya habrá ocasión de hablar de Felicity Jones y Adriana Ugarte.