Buddy y los problemas en Belfast
Buddy (Jude Hill) tiene 9 años y es feliz. Está enamorado de Belfast (su ciudad), de sus abuelos (Ciarán Hinds y Judi Dench) y de Catherine, su compañerita de escuela. Su familia es protestante, pero el barrio obrero en el que viven se comparte con familias católicas, entre afecto, fraternidad y respeto profundos. El trabajo escasea y las deudas son muchas, pero lo peor les alcanza el 15 de agosto de 1969: una turba violenta, llegada de fuera, ataca varios bloques de casas, en demanda de la expulsión de católicos del barrio, a fin de “purificarlo”. Las familias protestantes poco se salvan: se les advierte que habrá consecuencias si intentan evitar la purga. No obstante, la solidaridad aflora: la comunidad protege su calle con barricadas y rondas de vigilancia, buscando en lo posible seguir con sus vidas, un día a la vez por falta de certezas. Pero queda claro que ya no hay seguridad garantizada. Así, muchos –en especial, católicos– deciden empacar y abandonar sus casas, a pesar del dolor que eso conlleva. En cierto momento y por lo mismo, también la familia de Buddy –sus padres y su hermano adolescente (Jamie Dornan; Caitriona Balfe; Lewis McAskie)– se ve obligada a contemplar, eso al menos, la triste/indeseada posibilidad de abandonar Belfast. El sentido común (y de supervivencia, claro) antes que el amor a tu tierra y el apego a tus orígenes, por lacerante que eso sea.
La película es Belfast, inspirada en vivencias de la infancia de Kenneth Branagh, su director. Está mayoritariamente narrada desde la perspectiva de Buddy, quien desde luego, a su corta edad no logra entender las rivalidades sectarias y religiosas que lastiman y empantanan las vidas de toda esa gente buena de su barrio. Si bien tiene algunas escenas en color, Belfast está filmada en blanco y negro. Branagh encamina sus recuerdos como una declaración de amor a esa ciudad y su gente, que son el marco global de sus raíces y primeros aprendizajes. Hay en la película un notable equilibrio de drama, humor, valores familiares e historia socio-política, que es justo lo que da volumen a una línea argumental relativamente delgada. Dicho equilibrio, nutrido de base por la calidad de los trabajos del ensamble actoral protagónico: además del asombroso Jude Hill como Buddy, Balfe y Dornan como la pareja de padres aferrados a conseguir algo mejor para sus hijos, y Dench y Hinds como los abuelos de amor y apoyo inacabables, ya con la experiencia de un largo recorrido de penurias económicas, pero ricos en espíritu, fortaleza y sentido de familia.
De todo lo anterior desprende que Belfast sea una película conmovedora, muy bella, genuinamente entrañable, que siendo dulce también se obliga al realismo y la crudeza del convulso contexto social del momento. Además, está plagada de imperdibles “perlas de sabiduría”, igual que de frases ocurrentes, que con humor y habilidad van matizando el termómetro de su discurso. Algunas de ellas: “Sé bueno; y si no puedes ser bueno, sé cuidadoso”; “Los irlandeses nacen para irse, o no habría pubs en el resto del mundo”; “Quienes no te entienden es porque no están escuchando; y ese es su problema”; “Todo lo que un irlandés necesita para sobrevivir es un teléfono, una Guinness y la partitura de ‘Danny boy’”. Por otra parte, Belfast incluye referencias a cintas icónicas como A la hora señalada, Un tiro en la noche y Chitty chitty bang bang. Es mostrando algunas de sus escenas como Branagh les agradece todo eso que le enseñaron cuando niño.
Concluyendo, pienso que Belfast –así de honesta, así de hermosa, así de profunda– tiene lo suficiente, y más, para que no le quede exagerado el adjetivo de “inolvidable”. Está nominada al Oscar en siete rubros: película, director, guion original (de Branagh, claro), actor de reparto (Hinds), actriz de reparto (Dench), sonido y canción original (Down to joy, de Van Morrison). Por cierto: Kenneth Branagh, Jamie Dornan, Ciarán Hinds y muchos otros del reparto y el crew, nacieron en Belfast. Ojalá que el film alcance mucho público.