Con éxito se celebró en Guadalajara la 65ª entrega del Ariel, premio de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC). Un acontecimiento que se destacó por ser de directoras, cuatro de las cinco películas aspirantes a la mejor del 2022: El norte sobre el vacío (16 nominaciones), de Alejandra Márquez Abella; Huesera (17), de Michelle Garza Cervera; La caída (7), de Lucía Puenzo, y La civil (9), de Teodora Mihai. Finalmente, la cinta del año fue El norte sobre el vacío, que además se llevó a casa el premio a coactuación masculina, para Raúl Briones. Tiene por centro a Reynaldo (Gerardo Trejoluna), patriarca de una familia norteña, empeñado en perpetuar el legado de su padre, conservando –lo mejor que puede, asistido por un puñado de peones– el rancho que el ya difunto les dejó. Le acompañan Sofía (Dolores Heredia), su mujer, y ocasionalmente sus hijos, quienes ya más bien tienen una vida citadina propia. Puntal del funcionamiento del rancho es la siempre seria, recia, Rosa (Paloma Petra), más que mucama, multiusos del diario acontecer del lugar y parte de la familia desde muchos años atrás. Con sus altas y bajas (algunas, relativas a ciertas vicisitudes con los hijos), las cosas más o menos marchan. Pero en la región se respira ya la presencia del crimen organizado y sus efectos. Un mal día, su amenaza llega hasta el rancho: quieren dinero a cambio de “protección”; el derecho de piso, pues. Pero Reynaldo, cazador al fin y al cabo, no está dispuesto, o no tan fácil ni en automático. Y sorpresivamente…Rosa tampoco.
El norte sobre el vacío tiene el tono de una tragedia moderna, nacida (una vez más) de un Estado fallido; del fracaso del país frente a la violencia, la crueldad y la impunidad de los malos, ante lo cual poco sirve el sobado aserto de que “los buenos somos más”. El film de Alejandra Márquez Abella, actuado con gran estatura, en no pocos momentos alcanza un verismo casi documental, que genuinamente sobrecoge al espectador. Consigue ser tanto sutil como rotundo, en su retrato de cuán común es, en el México de hoy, la incertidumbre de un aparente no-futuro; la rabia por los recurrentes abusos impunes; el dolor por las pérdidas, humanas y materiales; el miedo de que el presente día no dé ya lugar al día de mañana. Eso es, y está, en El norte sobre el vacío, inspirada no en una, sino en quién sabe cuántas, muy numerosas historias trágicas. Una película excepcional, como lo son casi todas las que, de pocos años para acá, se inscriben en la infame, dolorosa lista de Me dueles México; como Noche de fuego, Sin señas particulares, Ruido, La civil, Las tres muertes de Marisela Escobedo y Hasta los dientes…entre otras. El norte sobre el vacío puede verse en la plataforma Amazon Prime; no se la pierdan. (Y por cierto: si después de verla alguien entiende por qué el Ariel no nominó a Paloma Petra en Coactuación Femenina, por favor explíqueme).
Concluyo columna con algo más de estos premios. En número –ganando 8 de 12 nominaciones– la cinta más reconocida fue Bardo: falsa crónica sobre un puñado de verdades, lo cual sorprendió a muchos. Entre esos galardones, a Dirección (Alejandro G. Iñárritu), Fotografía (Darius Khondji), Edición (Iñárritu y Mónica Salazar) y Actor (Daniel Giménez Cacho). Por su parte, Huesera –para mí la gran sorpresa de entre lo producido el año pasado– recogió cuatro Arieles, destacándose los de Ópera Prima y Guion Original (Abia Castillo y Michelle Garza Cervera). Tal vez pocos, si tomamos en cuenta que fue la película con más nominaciones (17, cual lo precisé arriba). Y esto otro, tan inusual como grato y significativo: justo en esta y la misma entrega de estatuillas, recibieron el Ariel Arcelia Ramírez, como Mejor Actriz (La civil), y su hija Emilia Berjón, como Revelación Actoral (Trigal). No siempre, pero el talento igual se hereda. Por último, el Ariel a Película Iberoamericana fue para Argentina 1985, de Santiago Mitre.