Tengo una deuda con dos películas valiosas que no he comentado aquí. La primera de ellas, el drama Septiembre 5 (September 5), del suizo Tim Fehlbaum, sobre uno de los acontecimientos más sobrecogedores del siglo pasado, mundialmente seguido –en vivo– a través de la televisión: el ataque terrorista y retención, durante los Juegos Olímpicos de Munich 1972, a un grupo de deportistas israelíes, en sus habitaciones de la villa olímpica. Pero el núcleo en ella no es la situación de los rehenes ante sus captores (algo que nunca vemos), sino en realidad lo que se vive al interior del crew de la cadena ABC encargado de cubrir las competencias, que decide transmitir cuanto puede –a lo largo de todo un día– la crisis en curso, al tener su campamento a muy poca distancia de los eventos. Una decisión, por cierto, que desobedece las órdenes dictadas desde EEUU por su corporativo. ¿Hicieron lo correcto? ¿Qué tanto su cobertura incidió negativamente en los hechos? Preguntas a profundizar y discutir, en tanto que pronto fue evidente que los atacantes también siguieron las imágenes de la ABC, tal y como lo hicieron 900 millones de personas más. Film construido como un thriller sofocante, tenso al límite, que cataliza su poder en el hecho de que narra eventos reales muy dolorosos; y además, dándose tiempo para apuntes sobre responsabilidad profesional y ética, estén en consonancia o en conflicto con la nobleza de intenciones y con la obligación moral. Como es sabido, todo lo grabado en vivo del sitio, así como las entrevistas, son las imágenes originales transmitidas por la ABC durante la crisis. Septiembre 5 lleva como estelares a Peter Sarsgaard (Roone), John Magaro (Mason), Ben Chaplin (Bader) y Leonie Benesch (Marianne), cuyas actuaciones, notables, muy bien transmiten lo urgente, intenso y emocional de tan devastadora experiencia.
La segunda película es Las vidas de Sing Sing (Sing Sing), de Greg Kwedar; también un drama, que transcurre en la prisión de Sing Sing, en el Estado de Nueva York. Es ahí que Divine G (Colman Domingo), recluido por un crimen que no cometió, encuentra solaz y sentido –junto con otros presos– escribiendo y actuando para el grupo de teatro de la correccional, al amparo de un programa de rehabilitación a través de las artes (RTA). Al mismo tiempo, Divine G trabaja todos los días en argumentos para su caso, ilusionado con probar su inocencia. Su vida pues, en el más retador de los contextos, con el teatro como un oasis purificador, transformador y de resiliencia. Desde luego, en cada jornada hay altas y bajas, amistades y rivalidades, gozos y frustraciones; más los segundos sustantivos que los primeros, dadas las duras realidades carcelarias. A fin de cuentas, cual sucede en cualquier vida y en cualquier obra de teatro, en reclusión o en libertad. Las vidas de Sing Sing es una película sensible, resonante, muy conmovedora, de rara belleza en medio de un ambiente y situaciones que poco se prestan para ello. Se la nominó a tres premios Oscar, en los rubros de actor (Domingo), guion adaptado y canción. En los créditos finales vemos imágenes reales de diversas actividades del programa RTA de Sing Sing, en las que aparecen reclusos que se interpretaron a sí mismos para este film. Algo muy significativo y grato.
Para concluir, esto breve sobre Memory, de Michel Franco, recién estrenada. Tiene que ver con Sylvia (Jessica Chastain), una mujer abrumada por un pasado triste. Una noche es seguida hasta su casa por alguien (Peter Sarsgaard) a quien parece reconocer, sin que el tipo tenga la menor idea del por qué ni de sus intenciones. Ese encuentro (¿o reencuentro?) da lugar a un drama en el que reaparecen recuerdos traumáticos, desencuentros de familia, brechas generacionales, filtrados en los miedos y complejidad de las relaciones actuales, con otros rasgos del living today. La dirección de Franco es, como siempre, distanciada, quirúrgica, con más pistas que evidencias acerca de los lastres y heridas sin cicatrizar de sus personajes. No es una película para todos los gustos, pero bien vale la pena.
