El Film de la bella Sirena Inasible

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Alfredo Naime

Cuando se escucha el nombre Paolo Sorrentino, lo primero que viene a tu cabeza es su cinta La gran belleza (2013), que ganó para Italia tanto el Oscar como el Globo de Oro a film en lengua extranjera. Un poco a-lo-Fellini, hace de Roma –en especial de la Roma nocturna– el universo de la historia del protagonista, Jep Gambardella (Toni Servillo), un sexagenario que, a partir de un sofocón en su vida, reflexiona sobre qué ha hecho de ella y cómo la ha gastado. Dos años después, Sorrentino haría Youth, sobre los octogenarios Fred Ballinger y Mick Boyle (Michael Caine, Harvey Keitel), durante su estancia en un lujoso resort de los Alpes Suizos. Al tiempo que descansan, están en busca de algo más. En especial Mick, que anhela un nuevo guion que le permita realizar su “film testamento”, actuado por su musa Brenda Morel (Jane Fonda). Por su parte, Fred, director de orquesta retirado, sólo quiere gastar sus días con placidez, hasta que una embestida sentimental de su hija revela cuánto más hay todavía en su alma y entorno. Además, Fred recibe la visita de un emisario de Buckingham: la Reina quiere que el admirado Maestro salga de su retiro y tome la batuta, para un último concierto con su música bienamada. Youth gradualmente pasa de comedia de edad a un drama sobre cómo te ves, sin importar cómo quisieras verte. Así, temas como envejecer, la fama, la familia y la añoranza por “los tiempos idos” florecen con serenidad, aunque no sin sorpresas y uno que otro sobresalto. La mirada de Youth sobre el contexto de sus personajes (Maradona incluido) resume en la escena en que Mick muestra a una chica el mismo paisaje, desde ambos lados de un telescopio: “La vista cercana es el futuro; la muy lejana, el pasado”. Youth es, en efecto, una película sobre perspectivas.

Pues bien, recién ha estrenado Parténope, lo más reciente de Sorrentino, fantasía en torno a una joven de belleza irresistible (la debutante Celeste Dalla Porta), que se llama así, Parténope, nombre y encarnación mitológicos de Nápoles, su ciudad. No tiene argumento en el sentido tradicional. Es más un delicado film de personajes, de sensaciones, de situaciones y sentimientos azarosos, de búsquedas y reflexiones personales, cuyo núcleo es la radiante Parténope, marcada desde jovencita (y para siempre) por su belleza irresistible, perturbadora, igual que por unas agudeza e independencia muy superiores a los cánones femeninos de los años 60s, 70s y 80s del siglo XX. Un perfil pensado a la base del misterio casi sobrenatural de la ensoñadora Parténope, quien atrae y moviliza a quienes la rodean, entre la melancolía de lo que significa vivir y las nostalgias nacidas ante lo que eres…y lo que quieres ser. Es de ahí que van floreciendo los temas, fusionándose: juventud, libertad, incertidumbres, expectativas (más sugeridos que desarrollados), en un film innegablemente atractivo, sensual, que sin embargo se debilita y se hace inconsistente –duele decirlo– a la luz de tanta belleza formal para eventos que, conforme se avanza, decrecen en interés.

Pero claro, Parténope tiene mucho que se disfruta. Entre eso, diálogos con asertos sorprendentes, que mucho llevan a recordar La insoportable levedad del ser, de Kundera. Vean si no; un hombre ya muy mayor le pregunta a la lozana, hermosa Parténope: “Si yo fuera 40 años más joven, ¿te casarías conmigo?”. Ella responde: “Si yo fuera 40 años más vieja, ¿usted se casaría conmigo?”. Y esto; Parténope pregunta a un Obispo qué le gusta más de una mujer. Él: “La espalda. Lo demás es pornografía”. ¿Más? “No confíes en tu belleza; cautiva los primeros 10 minutos e irrita los siguientes 10 años” // “Al final de la vida sólo quedará la ironía” // “Un profesor sólo requiere estar una clase por delante de los estudiantes” // “Debemos ser cautos con los juicios que cortamos con hacha, porque tarde o temprano alguien toma el hacha y nos la arroja a la cabeza”. Anímense pues a ver Parténope, antes de que Trump descubra a Celeste Dalla Porta y decida imponer a Italia un nuevo arancel, por su abusiva belleza.

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