Luz y Encuentro, Entre el Caos y Las Dudas

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Alfredo Naime

Hace un año, en el festival cinematográfico de Cannes, llamó la atención –pero también se celebró– que el Grand Prix (distinto a la Palma de Oro) fuera para La luz que imaginamos (All we imagine as light), segundo largometraje de la nacida en Bombay, Payal Kapadia. Producida no solamente por India, sino también con recursos de Francia, Países Bajos, Luxemburgo, Italia, Suiza, EEUU y Bélgica, se trata de la primera película hindú en ganar el prestigioso Grand Prix, así como la primera hindú, en tres décadas, que Cannes exhibe en la sección oficial; es decir, en competencia. Su núcleo principal son dos mujeres: Prabha (Kani Kusruti) y Anu (Dibya Prabha). Prabha es una retraída enfermera de mediana edad, que comparte su apartamento con Anu, más joven, también enfermera del mismo hospital de Bombay. Al contrario de Prabha, Anu es abierta y desinhibida, con algo recurrente en mente: encontrar sitios en los cuales tener intimidad con su novio Shiaz (Hridhu Haroon), relación no bien vista por ser él musulmán. Así la rutina de ambas, sacudida un poco el día que Prabha recibe un paquete de su marido, quien trabaja en Alemania, del que nada sabe ni se ha comunicado en más de un año. Los días, por igual, en los que Parvaty (Chhaya Kadam), una tercera mujer ya mayor –amiga de Prabha y Anu— es advertida de un inminente desalojo, por carecer de papeles de propiedad sobre su pequeño piso. Cada cuál afrontando sus preocupaciones y situación particular, las enfermeras viajan con Parvaty a su pueblo natal, donde vivirá en definitiva. La idea es sólo acompañarla y despedirse, pero será justo ahí, lejos de Bombay, donde las tres encuentren sentido, y una especie de cierre, a cuanto las ha marcado y truncado (o limitado, al menos) en esta etapa de su vida.

La luz que imaginamos consigue diversas cosas. Entre ellas, momentos de emotiva serenidad y de necesaria reflexión de género, en medio del multitudinario caos y ruido de Bombay, de la que también ofrece su voz estruendosa, igual que define y da voz a las tres mujeres: en el silencio y las dudas, esa de Prabha; desde el deseo y el anhelo de futuro, esa de Anu; y cursando de la fragilidad a la determinación, esa de Parvaty. Voces que son el andamiaje de un film relativo a la condición humana (en especial femenina), destinada, impulsada, a seguir y salir adelante a pesar de realidades y contextos cada vez más rotos y deshumanizados. De ahí, tal vez, el origen de un tercer acto más poético, metafórico, en el que los hechos dejan de ser lastre, al tomar las protagonistas control de ellos, para por fin ajustarlos y remitirlos a sus sentimientos, a sus anhelos, a sus impulsos, y no al revés. La contenida actuación de Kusruti, perfecta como Prabha, es equivalente a la entregada pero sutil dirección de Payal Kapadia, que obsequia uno de esos films en los que aparentemente “pasa poco”, pero que crece y florece en todo lo que es siempre importante: lo íntimo, lo personal, lo subyacente. Sin artificios ni alardes, La luz que imaginamos es una hermosa, sincera película. Ahora mismo exhibe en salas, con el riesgo de que sea por corto tiempo. Por eso, hay que correr a verla.

Cambio de asunto: me han invitado, como Jurado, al Julien Dubuque International Film Festival (JDIFF), a celebrarse en Dubuque, Iowa, durante la Semana de Pascua (21-27 de abril). Con foco principal en el cine independiente del mundo, se trata de uno de los certámenes mejor evaluados por el portal FilmFreeway, especializado en festivales cinematográficos. Además, ofrece páneles, talleres y conversatorios diversos sobre el cine y su actualidad. Ya me avisaron que voy a hospedarme en el mismo hotel en que Al Capone solía esconderse de los Federales (bueno, yo sólo quiero dormir tranquilo). El JDIFF premia lo mejor en cuanto a: Film Narrativo, Documental, Cortometraje, Film Estudiantil, Ensamble Actoral, Uso de Música y Film Familiar. Desde luego y como debe ser, no falta el Premio del Público. Estaré reportando desde ahí, con el favor de Dios.

Alfredo Naime

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