Concluyó la 14ª edición del Julien Dubuque International Film Festival, al que asistí convocado por FIPRESCI, y por el propio Festival, como uno de los Jurados del prestigioso premio que la mencionada Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica otorga en los principales certámenes de cine del mundo. Compartí dicho jurado con Andreina Di Sanzo, de Italia, y con Carlos Aguilar, de EEUU, ambos extraordinarios especialistas y compañeros. Vimos 24 largometrajes de ficción en menos de una semana. La canadiense Nothing wrong, dirigida por Samuel Plante, fue la que recibió nuestro premio, en una ceremonia ágil, entretenida y muy bien organizada. Intento sintetizar en esta columna a la ganadora, así como a algunas de las películas que fueron sus principales contendientes.
En Nothing wrong, Andrea, de veintitantos años, poco a poco mejora de su adicción a las drogas. Conoce y se hace novia de Michael, mayor que ella, a quien percibe como un hombre ideal…hasta saberse (un año después) que el tipo –clandestina y conscientemente– está “enamorando” a Claire, la hermana pequeña de Andrea, de apenas 14 años. De esto detona un drama que marca la vida de todos en la familia, además de fracturar la relación entre las hermanas, puesto que Claire no percibe la “cercanía”(!) de Michael como abuso. Basada en hechos reales.
En Piggy Duster (EEUU), de Jesse Stewart, una adolescente y su padrastro están de campamento, solos en una montaña, a 3,000 metros de altura. La intención de él, entender las causas del alejamiento de la chica, en busca de restaurar una relación siempre buena y cercana mientras ella fue niña. Una lograda, sensible cinta sobre abrirse después de callar; sobre comprender después de cuestionar; sobre vivir en medio de circunstancias complejas y a pesar de ellas. Además, la poesía y un oso grizzli bien pueden ayudar, en caso de atoro. En la película, lo simbólico no sólo “está”, sino que funciona y aporta.
En Sheepdog (EEUU), de Steven Grayhm, un veterano de guerra con problemas emocionales se enfrenta de cara con su situación y realidad, al relacionarse con su suegro, un ex-convicto. Film que discurre triste, pero que a la vez es inspirador. Escrito y dirigido con genuinos interés y compasión por su asunto: la situación emocional-relacional de los veteranos que regresan a casa. Virginia Madsen está extraordinaria en un coprotagónico.
En Love hides in the open (Reino Unido), de Brian Finucane, el inseguro joven Travis, sin dejarse ver, sigue por las calles a la guapa Olivia, con quien tuvo una primera cita esa misma mañana. Cuando ella roba algo, las circunstancias hacen ver a Travis como el culpable. Bien escrita y muy disfrutable, se trata de una amable comedia a-lo-Woody Allen, con las proverbiales agudeza y corrección británicas. Transcurre en un solo día, en el ambiente universitario de Cambridge. Toda filmada en un iphone.
En Motherland (EEUU), de Evan Matthews, las autoridades de una nueva sociedad quitan a los padres el “agobio” de criar a sus hijos, encargándose de ellos para brindarles “equidad de recursos y atención”. Cinta sólida, sombría, resonante, que establece cuánto utopías como esta justo resultan lo contrario, desde su disfraz de “justicia” o “libertad”.
En Recollection (EEUU), de Caden Butera, se muestra un mundo “ideal” en el que la tecnología borra los recuerdos traumáticos de las personas. Pero detrás de eso, lo que en realidad está es un inmoral entramado de control, para lucrar. Si les gusta la ciencia-ficción, esta película –muy bien realizada– ofrece giros alucinantes y sorpresivos.
En The strange dark (EEUU), de Chris Messineo, un Corporativo corrupto persigue y chantajea a un ex-empleado que robó ciertos datos, vitales para predecir el futuro y, consecuentemente, para tomar control de los eventos. Ingenioso ejercicio de ciencia-ficción fantástica, que manipula tiempos y puntos de vista entre absurdos humorísticos.