Con más de 30 mil asistentes a sus proyecciones, recién concluyó la edición número 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), para muchos el más importante de América Latina. Se le ubica como un enorme escaparate, ya tradicional, del cine mexicano e iberoamericano reciente, con decenas de películas, actividades y eventos cada día. Esta vez, la revisión de películas ganadoras arroja un dato por completo revelador: hay una mayoría de mujeres entre los galardonados; un reflejo fiel de cómo, y cuánto, el mejor cine de los últimos años en México –y por lo que se ve, también a lo largo del mundo– lo están realizando mujeres, con estatura y consistencia admirables. A reserva de que se conozca cada uno de los títulos triunfadores en el FICG, demos una mirada al hecho mencionado…
El premio principal del FICG es el llamado Premio Mezcal, que se otorga al mejor largometraje mexicano. En esta edición se entregó al documental Llamarse Olimpia, ópera prima de Indira Cato, en torno a otra mujer: la activista Olimpia Coral Melo y sus años de lucha en contra del acoso y la violencia digital en México y otros lugares, tras de ser exhibida –sin su consentimiento, claro– en un video íntimo, lo cual la condenó y estigmatizó de inmediato. Además, Victoria Franco recibió el premio a mejor dirección, por su Doce lunas, drama íntimo sobre identidad y problemas emocionales, interpretado por Ana de la Reguera. Ya en la categoría de Largometraje Iberoamericano de Ficción, La mejor madre del mundo, de la brasileña Anna Muylaert, fue reconocida en cuanto a mejor guion (de la propia Anna), fotografía (Lilis Soares) e interpretación (Shirley Cruz), si bien el reconocimiento a mejor dirección en esta categoría fue para la nacida en Murcia Eva Libertad, por Sorda, drama cuyo argumento, en algunos rasgos, deriva de su propio corto homónimo de 2021. En cuanto al Premio Maguey del Jurado, le fue concedido a la animación australiana sci-fi Lesbian space princess, del dúo Leela Varghese y Emma Hough Hobbs. Y por si fuera poca toda esta creatividad femenina, las chicas todavía levantaron más premios: mejor cortometraje jalisciense: La mosca en la pared, de Mar Novo, con mención honorífica para Hasta pronto, de Jennifer Sharbnik López; premio a película socioambiental para La montaña no se mueve, de la eslovena Petra Seliskar, y mención honorífica –en la sección Cortometraje Iberoamericano– para De sucre, de la española Claudia Cedó. Me parece pues, a la luz de todo lo anterior, que no queda duda del talento, compromiso y estatura de las mujeres cineastas en el momento actual. Enhorabuena para ellas, enhorabuena para el cine, enhorabuena para todos.
Para concluir con esta mirada al 40 FICG, algo más relativo a sus premios. En lo personal tengo alto aprecio por el Premio FEISAL –que otorga la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina– y por el Premio FIPRESCI, reconocimiento de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica. Este año, FEISAL distinguió al tenso film chileno Patio de chacales, de Diego Figueroa, ubicado en un barrio del Chile de los 70s, durante la dictadura militar. La justificación para el premio fue esta: “Por la pertinencia del tema para mantener viva la memoria del horror de cómo actúa el autoritarismo. Así como por la adecuada elaboración de la atmósfera del suspense a través del sonido y la fotografía”. Por su parte, FIPRESCI vio ganador al documental En el fin del mundo –coproducción México-Bélgica– de Abraham Escobedo-Salas, egresado de la escuela de cine de la Universidad de Guadalajara. La motivación del galardón: “Conmovidos por su retrato íntimo y emotivamente resonante de las personas que viven al margen, y por su mezcla de cruda realidad y sorprendente visión cinematográfica. Una película que nos recuerda lo que significa amar y soportar”. Por cierto, FEISAL también extendió mención honorífica a Llamarse Olimpia, ya comentada. Larga vida al FICG.