EN UN DISTÓPICO ESTADOS UNIDOS  

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Alfredo Naime

El año pasado, 2024, pasó desapercibida en las salas cinematográficas del país Guerra civil (Civil war), una muy buena película de Alex Garland, que ahora ya puede verse por Prime Video. Está actuada por Kirsten Dunst (Lee), Cailee Spaeny (Jessie), Wagner Moura (Joel) y Stephen McKinley Henderson (Sammy), encarnando a un crew de periodistas –en un futuro cercano– inmersos en un distópico EEUU polarizado por una nueva, sangrienta, guerra civil secesionista. Lo que atestiguan y documentan son los combates de milicias rebeldes de California, Texas y otros estados de la Unión(?) contra fuerzas federales, en su decidido trayecto por el país hacia Washington, para eliminar ni más ni menos que al presidente, por razones que, se adivina, tienen que ver con represión y corrupción. En este sangriento entorno de caos, los únicos neutrales son precisamente los periodistas que acompañan cada momento y evento, a riesgo de sus vidas como siempre. Lee es una veterana fotógrafa de guerra, ya con status de legendaria; Joel es el reportero redactor que pondrá en blanco y negro la historia; Jessie es una fotógrafa novata –admiradora de Lee— que de la nada se les une en el viaje; y Sammy, un añoso periodista (de la competencia) que, así como se oye, les pide “aventón” a sus colegas para seguir adelante, a falta de cualquier otra opción. Pero no sólo se trata de registrar lo mencionado; de fondo y esencialmente, lo que Joel y Lee buscan es llegar hasta el presidente para obtener de él, si no una entrevista, algunas declaraciones antes de desaparecer…o de que lo maten. Con una sola declaración basta, que traduzca en cuerpo, identidad y causas de un conflicto que está por cambiar la historia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Guerra civil es un film tenso, enfocado, mayormente logrado, que destila autenticidad desde una premisa audaz: una moderna conflagración interna de la nación más poderosa del planeta, virtualmente intocable e invencible desde el exterior. Desde luego, inevitablemente afloran como tema y núcleo el periodismo de guerra y sus profesionales, con desempeños y ética de encrucijadas que a veces pueden ubicar, controlar, pero otras tantas no, o no tan claramente. En cuanto a esto, las actuaciones son muy sólidas, con los matices adecuados de camaradería, fraternidad solidaridad y miedo ante tantos riesgos e incertidumbre. La fotografía y el diseño sonoro asumen roles y verismo de tono casi documental, proyectando con eficacia la decidida brutalidad de los encuentros armados, que son, claro, los que impulsan la trama hacia adelante. Pero en sentido contrario, el director Garland decidió no entregar (o al menos sugerir) backstory; es decir, antecedentes o claves que aportaran los por qué(s) concretos del levantamiento y del tan evidente rechazo hacia el presidente. Por lo visto, Garland supuso que, para su película, las razones eran irrelevantes, siendo la fuerza y convicción de la reacción nacional las que hablarían con claridad, por sí mismas. Admito que esto último en efecto se da, pero igual creo que hicieron falta previos, algo de origen; una semilla, por pequeña que fuera, de la cual entender los brotes de tanta y tan contundente inconformidad. A pesar de eso, buena noticia, no parece haber en la cinta un sentimiento de vacío que se sienta importante.

En el balance –lo dije arriba– Guerra civil me parece una muy buena película, ya indicados los detalles que no le permiten ser totalmente redonda. Además, podemos celebrarle también una especie de “cereza en el pastel”: la tensa, escalofriante secuencia en la que el crew de reporteros se encuentra (en medio de la nada) con un grupúsculo de “combatientes” sin tropa, encabezados por un supremacista blanco helado y cruel (el todo-terreno Jesse Plemons, sin aparecer en créditos). Tal vez los mejores minutos de la película, resumen de la estúpida gratuidad y de los sinsentidos que suelen acompañar a las guerras, generados por imbecilidad y no por patriotismo. Bienvenidos pues al frente de combate.

Alfredo Naime

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