LA TIENDITA DE LOS PRIMORES

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Alfredo Naime

Justo antes de viajar a Buenos Aires para ser Jurado del 3er. Festival Internacional de Cine de la Universidad de Buenos Aires (FIC-UBA), hice una pequeña lista de films que –en DVD– ya no es fácil encontrar en México. “Tal vez sí en Buenos Aires”, pensé. Y es así que, caminando por la Avenida Corrientes, en la esquina con Rodríguez Peña, encontré Sólo Cine, tienda con tres décadas de vender películas clásicas y contemporáneas de todo el mundo. Pregunté por los siete títulos de mi lista; por fortuna tuvieron seis: La decisión de Sofía, El hombre que sería Rey, Nos amábamos tanto, Soy Cuba, Deseando amar y El campo de los sueños (faltó Los muertos, del gran John Huston). De esos films atesorados, ya he escrito sobre los dos últimos, al menos. Recupero aquí parte de esos textos…  

Deseando amar (In the mood for love; 2000; Hong Kong-China), de Wong Kar-Wai. Cuando un hombre y una mujer residentes del mismo edificio (Tony Chiu y Maggie Cheung) se dan cuenta de que sus respectivos cónyuges mantienen una aventura, ellos a su vez se acercan y atraen, pero evitando caer en cualquier venganza física, lo cual –para su vergüenza– les haría “igual a ellos”. Con esta película, una genuina sorpresa, el realizador chino se confirmó como un innovador, a través de una puesta en escena en la que predomina lo latente, la mera posibilidad, más que hechos consumados. La atmósfera –a ratos de textura onírica, casi etérea– se enriquece, entre otras cosas, por la voz de Nat King Cole, por cierto cantando en español. En el Festival de Cannes, Deseando amar obtuvo tanto el Gran Premio Técnico como el de mejor actor. Se la ubica como la #2 en la lista de 100 mejores películas del siglo XXI, de la BBC.

El campo de los sueños (Field of dreams; 1989; EEUU), de Phil Alden Robinson. Ray Kinsella (Kevin Costner) es un granjero de Iowa, dueño de un muy aislado sembradío. Un día, una voz (que después se hace recurrente) le dice “Si lo construyes, él vendrá”. Esa voz, remitida a la imagen de…un campo de beisbol. Así que el tipo, sin saber por qué ni mucho menos, se obsesiona y, en efecto, acaba con su maizal para construir el diamante beisbolero. Insisto: en medio de la nada, ante el estupor (y ansiedad) de su esposa y familiares. Claro, todo esto en la vena que revelan los dos taglines de la película: “Toda su vida, Ray Kinsella buscó sus sueños; luego un día, sus sueños vinieron a buscarlo a él”. Y el más recordado: “Si crees en lo imposible, lo increíble puede hacerse realidad”. Una de las películas más dulces y cautivadoras que yo recuerde.

Ahora, algo sobre las otras cuatro películas. Soy Cuba (1964), del ruso Mikhail Kalatzov, transita por diferentes viñetas de la Cuba al borde de la revolución. Resalta sus problemas, fruto de la desigualdad social y de regímenes autoritarios. Vibrante, innovadora y técnicamente alucinante. Nos amábamos tanto (1974), de Ettore Scola, cuenta los estrechos vínculos de tres camaradas, al fin de la 2ª Guerra. Su amistad, su idealismo, sus expectativas, al lado de los infaltables tropiezos relacionales y de vida. Melodrama de gran dulzura (en el mejor de los sentidos) de reparto espectacular: Gassman, Manfredi, Stefania Sandrelli. El hombre que sería Rey (1974), de John Huston. Siglo XIX: dos desertores ingleses se autoproclaman “Reyes” en Kafiristán, donde no veían un hombre blanco desde Alejandro Magno. Aventura genuinamente inolvidable, procedente de la pluma de Rudyard Kipling. Finalmente, La decisión de Sofía (1982), de Alan J. Pakula, focaliza en Sophie (Meryl Streep), polaca sobreviviente de los campos de concentración nazis. Años después de la guerra, intenta recomponer su vida en Nueva York, pero los recurrentes fantasmas de su pasado no cesan ni desaparecen. Un drama doloroso, emotivo, inolvidable, resonante siempre por su historia y por la alucinante actuación de Streep. Así que, cinéfilos: si visitan Buenos Aires, Sólo Cine seguro va a resultarles un oasis imperdible y adictivo. Venga.

Alfredo Naime

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