Hacia el balance de lo que me resultó mejor del año fílmico 2025, hasta el momento son ocho las películas designadas, según lo ventilado en mis pasadas dos columnas. Dichas cintas son: Aún estoy aquí (de Walter Salles), Eddington (Ari Aster), La vida de Chuck (Mike Flanagan), Una batalla tras otra (Paul Thomas Anderson), Frankenstein (Guillermo del Toro), Un simple accidente (Jafar Panahi), Anora (Sean Baker) y Cónclave (Edward Berger). Las dos últimas suenan “desfasadas”, porque se habló de ellas desde 2024, pero la mayoría de cinéfilos las vimos hasta comienzos de 2025. Y bien, todavía hay algunos títulos por agregar, para dar cierre a esta compilación anual. Veamos…
Corina, de Urzula Barba Hopfner; para mí, la gran sorpresa y mejor film mexicano del año. Focaliza en Corina, solitaria veinteañera agorafóbica, cuyo trabajo en una editorial la obliga a un indeseado viaje de casi 400 kilómetros, para intentar resolver una peliaguda “crisis” provocada por una azarosa acción propia. Cinta muy lograda, cuya apariencia quizá sugiere un menor valor del que en realidad tiene, en virtud del poco diálogo y las casi nulas relaciones de convivencia de su protagonista. Es pues una suerte de fábula coming of age (emocional) –bien escrita, dirigida y actuada– que se permite humor, luz, ocurrencias, así como ciertas notaciones críticas. La más evidente, a las presiones que sobre la integridad artística ejerce el business; y por igual, más velada, a los modelos que identifican como “vida plena” sólo lo ligado al bullicio, la fiesta y los muchos amigos(?). Siento a Corina el personaje como uno de los más audaces y entrañables del cine mexicano reciente.
Lo siento cariño, de Eva Victor, versa sobre Agnes, joven profesora universitaria que carga el peso de un ataque sexual en su pasado reciente. Eso le cambia la vida y la mantiene en los umbrales de la fragilidad y el trauma. Sin embargo, va en busca de espacios y fuerza para seguir adelante, si bien sin trascender el impacto que lleva en ella. Un film sobre la necesidad de sostenerse, de moverse, de seguir adelante, en el cauce de pasajes de más y menos suerte. En medio del drama, la directora se las arregla para encontrar ternura, serenidad, humor incluso, que lo hacen mejor, diferente, más sensible, y claramente, más de personaje que de eventos. Una de las películas que más sorprendió en este año.
Jay Kelly, de Noah Baumbach, presenta al personaje del título: un actor middle age muy celebrado (George Clooney), que de golpe entra en una crisis de identidad, para pánico y sofoco de su amplio crew de asistentes. Tal sacudida de conciencia le confronta, claro, con su pasado; en especial con su trunca, fallida, vida de familia, siempre relegada por su carrera profesional. En la víspera de un homenaje europeo a su brillante trayectoria, Jay se da cuenta –con dolor y pasmo– cómo ya no tiene cerca a lo genuinamente importante de su vida. Un film sobre la necesidad de cuestionarte, en especial cuando los “indicadores” (relativos) apuntan a que todo marcha bien. De eso detonan numerosas reflexiones de valor, ligadas casi todas a los inevitables cruces, heridas y cicatrices que arrojan las tensiones entre el “éxito” profesional y la fama, y lo esencial de la familia como ámbito fundamental, con espacio para las amistades verdaderas. Por contenido y ciertas decisiones formales, Jay Kelly recuerda (guardando las proporciones) a películas como 8½, El show debe seguir, Bardo incluso, de autorías igualmente introspectivas. Con esto señalo, pues, que Jay Kelly es casi sin duda la más personal de las películas de Noah Baumbach a la fecha.
Para terminar, algunos títulos más se destacaron en 2025, tanto en salas como en plataformas. Entre ellos: Amores materialistas (Celine Song), Sueños de trenes (Clint Bentley), Bird (Andrea Arnold), Una casa de dinamita (Kathryn Bigelow), La hora de la desaparición (Zach Cregger), y hasta la ligerita, muy divertida, Mi yo del futuro (Megan Park). ¿Pecadores? ¿Nouvelle vague? No alcancé a verlas. ¡Felices fiestas navideñas!

