Cuando uno ve las campañas políticas que se están desarrollando este año de 2015 en México y no tiene otra referencia que éstas, puede sacar la equivocada conclusión de que la política es cosa de ignorantes, insulsos, fantoches o payasos.
Unos candidatos bailan, otros cantan y todos nos invitan a votar por ellos por razones ajenas al noble arte de la política. Voten por mí porque mi papá también fue ´político´ y lo traigo en la sangre, dice uno. Voten por mí porque yo empecé en la política pegando calcomanías en los camiones. Otro explica que juntó titipuchal de firmas en una inútil campaña ´en defensa del petróleo´.
No entienden, no saben, que la política es el arte, muy noble, de ocuparse de los asuntos de la polis, de la gente, la ciencia de gobernar, de atender las necesidades de organización de los miembros de una sociedad.
Unos pocos, lo reconozco, sí entienden lo que es hacer política pero prefieren que esta actividad permanezca en lo oscuro para que entre pocos se repartan mucho. Esta es la característica de la sociedades decadentes. Porque lo que ennoblece a la política es el sentido de servir a los muchos, de pensar, planear y actuar para que todos vivan mejor.
Esos pocos -los que aprovechan la devaluación de este ejercicio- son los que promueven la estulticia, la estupidez que desvirtúa la política y pervierten el sentido de esta actividad humana.
Claro que hay quien trata de devolver la nobleza a esta actividad pero los perversos han encontrado una fórmula magnífica para cerrarles el paso: ´cuidado con ellos´ , dicen. ´son radicales´ o populistas o lo que meta miedo según donde y cuando.
Pobre país.
