Se apuesta al olvido, a que el paso del tiempo haga que nadie recuerde que se cometió un crimen y que este sigue impune. Se alargan y se complican las ´investigaciones´ para dar la impresión de que insistir en saber la verdad es necedad de obcecados y no derecho de agraviados. De cada marcha, de cada manifestación, de cada declaración de las familias de las víctimas y sus representantes, se publicita lo que puede confundir a la opinión pública y alejar del pensamiento colectivo que el objetivo central es exigir justicia y verdad.
Pero la terca realidad es que no se olvida, no disminuye la indignación, no amaina la exigencia de justicia y verdad, cuando menos entre los ciudadanos informados, solidarios con el dolor social que genera un hecho abominable como esta masacre. Seis muertos y cuarenta y tres desaparecidos en una noche terrible no pueden evaporarse de la conciencia nacional.
A mi no se me olvidan.