Es tarde en la noche, o temprano en la madrugada, cuando escribo este breve texto. En la semana daré mi opinión con mayores datos, pero de momento resalto lo que veo de bueno y de malo en este ejercicio electoral.
Bueno, que aparezca una oposición real, MORENA, a los grandes partidos, PRI-Verde (es uno solo) y PAN.
Bueno que se desfonde el PRD, para que pueda surgir una opción de izquierda real que influya en la vida política en favor de las minorías. No me refiero a Morena.
Bueno, que ganen candidatos independientes – aunque no lo sean mucho- porque renuevan la esperanza de apertura política verdadera en el futuro.
Malo, un INE rebasado por partidos tramposos y sin ganar el respeto ciudadano. Un cascarón formalista que no contribuye al desarrollo de la democracia.
Malo, el éxito de algunos partidos parásitos – que no representan ideas políticas sino negocios de camarillas – con la fórmula de cobijar candidatos populares en algunas regiones que aportan votos para mantener su registro.
Malo, aunque esperado y comprensible, el alto abstencionismo de las mayorías abúlicas o desencantadas.
Malo, que seguiremos viviendo una partidocracia ajena a los ciudadanos comunes, de a pie, porque la elección se presta para justificar esta perversión de la democracia.
Pésimo, la violencia en algunos lugares que significa una derrota de la política, en su sentido amplio.
Pese a que el País sigue viviendo esta ficción democrática, que permite un ejercicio electoral sin grandes cambios, la lucha ciudadana debe ser por la justicia y la paz, o sea, por una vida en democracia que no termina en una elección, si acaso empieza con esta.