En lo que va del año, los días recientes han sido los mejores en cuanto a cine, en especial gracias a tres películas: el documental Janis: chica azul (la traducción correcta quizá debió ser Janis: la pequeña triste), de Amy J. Berg, sobre Janis Joplin, claro; el docudrama Taxi Teherán, de Jafar Panahi (a quien el régimen iraní prohibió hacer cine durante 20 años) y el drama — en la acepción más sincera, más humana, del término– Truman, coproducción hispano-argentina del catalán Cesc Gay. Las tres valen mucho la pena y merecen comentarios elogiosos, más allá de que los respectivos gustos de los cinéfilos habrán de matizar el impacto de cada una.
Janis: chica azul
En cuanto a Janis: chica azul, está construido con imágenes de archivo –fijas, filmadas y de televisión, tan nostálgicas como poderosas– a partir de las líneas trazadas por diversas cartas escritas por Joplin, principalmente a sus padres. Quien da su voz a este recurso narrativo es la cantante y compositora Cat Powers, llevándonos por la evolución de la extraordinaria e icónica Joplin en su trayectoria hacia el estrellato, pero al mismo tiempo a través de una existencia convulsa, en ocasiones muy difícil, revelada también por entrevistas a sus hermanos, a sus amigos de juventud y a sus compañeros músicos.
Un testimonio imperdible (en especial para esas generaciones que hoy rebasan los 55-60 años) sobre una Janis esencialmente rebelde, fragilizada siempre por su necesidad de afecto y reconocimiento. Sobra decir que el soundtrack es superlativo, con piezas — entre otras– como Summertime, Piece of my heart, Ball and chain y, desde luego, Me & Bobby McGee, su sencillo más vendido. Janis: chica azul es pues toda una sorpresa, muy agradecible, que ojalá vea muchísimo público, en acuerdo con la estatura y temperamento de la inolvidable Janis Joplin.
Taxi Teherán
En cuanto a Taxi Teherán, se trata de una respuesta más — clandestina hasta donde ello es posible– de Jafar Panahi a quienes en su país le obstaculizan filmar. Esta vez, el tipo utiliza su nuevo oficio de taxista (aparente o no) para construir un film sobre los “sentires” y percepciones de sus conciudadanos respecto de Irán y sus realidades sociales. ¿Rodándolo dónde, cómo? Al interior de su taxi, faltaba más, mientras él conduce por las calles de Teherán, gracias a pequeñas cámaras ubicadas estratégicamente, siempre dentro del carro y sin presencia evidente. El resultado es notable — entrañable, honesto, cotidiano, divertido– a despecho de que Panahi finalmente debió matizar, con segmentos “puestos en escena”, su inicial idea de un documental puro. De ahí que Taxi Teherán sea más bien una suerte de docudrama, que por cierto carece de créditos para proteger la identidad y seguridad de sus colaboradores e intérpretes. Un signo más de que la prohibición a Panahi de hacer “su” cine, va completamente en serio. Que nadie se pierda Taxi Teherán, designada “la 14ª mejor película del 2015” por los críticos de Sight & Sound.
Truman:
Y hablemos finalmente de Truman, en la que tal vez lo mejor son las actuaciones de Ricardo Darín y Javier Cámara, igualmente formidables. En ella, Darín interpreta a Julián, un hombre avecindado en Madrid que está diagnosticado con cáncer terminal.
Desde Canadá llega a visitarlo, por unos días, Tomás (Cámara), su amigo de toda la vida, ambos sabiendo que será la última ocasión que se vean. En algún momento, en alguna de sus charlas, Julián le dice a Tomás: “yo tengo dos hijos; y uno de ellos se llama Truman”. Porque en efecto, entre los estragos de la enfermedad y la tristeza por el inminente desenlace, Julián mantiene una preocupación principal: dejar a Truman, su viejo y leal perro bullmastiff, lo más “cobijado” posible. Ello en el entorno de todas esas cosas esenciales de que se ocupa la película — amistad, solidaridad, comprensión– cuyos méritos son tan enormes como su corazón.