El pasado fin de semana vi tres películas en sala y dos en casa. De estas últimas, una ya conocida —La fuerza del cariño (Terms of endearment; 1983)– y la otra no: 1000 a 1 (1000 to 1: the Cory Weissman story; 2013). En cuanto a las revisadas en pantalla grande, fueron: Pasión por las letras (Genius), Treintona, soltera y fantástica y Sangre de mi sangre (Blood father). Por cierto, ya pocos se acuerdan de que La fuerza del cariño en su momento recibió once nominaciones al Óscar, de los que obtuvo cinco: a película, director (James L. Brooks), actriz (Shirley MacLaine), actor de reparto (Jack Nicholson) y guion adaptado (Brooks). La película, en la que también lleva un protagónico la hermosa Debra Winger, tiene que ver con la intensa relación de una madre viuda con su hija, como sostén no sólo de lo que sucede entre ellas, sino también de lo que cada una vive en lo individual. La fuerza del cariño me gustó más ahora que hace 33 años, sin saber por qué. En cuanto a 1000 a 1, de Michael Levine, está basada en hechos reales genuinamente inspiradores. Focaliza en Cory Weissman, joven basquetbolista que durante sus años de high school se hace célebre por anotar 1000 puntos. Pero ya en Gettysburg College, en el umbral de un futuro brillante, Cory sufre un demoledor ataque neuro-vascular (por una malformación arteriovenosa) que de golpe destruye sus sueños. Así, 1000 a 1 es la asombrosa historia de la indomable lucha de Weissman por regresar al juego, lo que eventualmente deriva en el hallazgo de nuevas orientaciones para su vida. Un film conmovedor por obvias razones, que en México aparentemente sólo exhibió en TV.
Hablemos ahora de las tres cintas vistas en sala. Pasión por las letras, de Michael Grandage, narra la relación de amistad –no siempre un jardín de rosas– entre el novelista Thomas Wolfe (encarnado por Jude Law) y su editor Max Perkins (Colin Firth, notable), el hombre que terminó por cambiarle la vida. Ambos muy talentosos, cada cual en lo suyo, Wolfe y Perkins fueron las caras distintas de una moneda: Wolfe, ruidoso, desbocado, apasionado, bebedor; Perkins, metódico, ordenado, callado y de bajo perfil. Se encontraron, sin embargo; y cada cual impactó al otro. En especial Max a Thomas, para encauzarle la vida en esas (pocas) vertientes en que la genialidad se deja, motivando en él cambios dramáticos. Así pues, leída con precisión, Pasión por las letras es más una película sobre Max Perkins que sobre Thomas Wolfe, más allá de ser Wolfe el “reconocido” por los relumbrones de la celebridad literaria. Y desde luego es por igual una película sobre las palabras y sobre el proceso de escribir, que es un proceso de crear. Toda ella, en tiempos de F. Scott Fitzgerald, de Ernest Hemingway y…de Thomas Wolfe. Sospecho y concluyo que más bien es para fans de todo este universo –el literario– y no tanto para el público en general. Por cierto, Nicole Kidman encarna a Aline Bernstein, la amante y “protectora” de Thomas Wolfe, atribulada la mayoría del tiempo.
En cuanto a Sangre de mi sangre, crime thriller de acción, ofrece más de lo que de él esperas, sabiendo que sólo pretende ser un pasatiempo. Protagoniza Mel Gibson como Link, ex-convicto en rehabilitación (en libertad condicional) que busca reencontrar a su hija adolescente. Y lo hace, sólo que medio planeta Tierra –la mitad que corresponde a los malos– la está persiguiendo para matarla. Es cuando Link se pone en “modo Mel Gibson” para protegerla; y claro, arde Troya. 90 entretenidos minutos, que no van a cambiarte la vida. Y finalmente, Treintona, soltera y fantástica, de Chava Cartas, es la comedia que su título sugiere, irregular lastimosamente. En el rol de una mujer buscando independencia (pero sin ser frágil, ¿eh?), Barbara Mori –muy guapa y muy bien– enfrenta eso llamado “vida” que se nos atraviesa todos los días. Tiene buenos momentos y apuntes “sociales”, pero a medio camino casi siempre. Eso sí: como cine mexicano que es, todos a verla.
