Que si es un cumpleaños, que si es el bautizo, la boda, los XV años, que ganó mi equipo, que perdió, que me despidieron, que sólo puedo hoy. Lo que sea es bueno para armar la “fiesta”. Pese a que el común es encontrar bebidas espirituosas en estos momentos, hay quien es más picado que una muela.
El problema no radica en salir y divertirse, o hacer la tradicional “casera”, sino en que la palabra límite, es desconocida para algunos. ¿Quién no ha estado con alguien que, al estar el antro con las sillas encima de las mesas y los meseros con más cara de sueño que Fujimori en la corte, dice con una seguridad que impacta: ¡“hay que seguirla!
Mi primera pregunta es ¿por qué? ¿No fue suficiente? Si ya alguien dijo “vámonos” seguramente quiso decir, “es hora de dormir”. El cuerpo necesita descansar. Pregunto: ¿la “fiesta se disfruta más si ves que el astro rey se asoma y te saluda? No necesariamente.
Hacerlo alguna vez, tiene sentido. Pero que tomar una cerveza implique tener más de 24 horas sin dormir, no es recomendable. En la vida es importante el equilibrio. Si quiero tacos árabes, no implica que me acabe el “trompo”. Si me quiero asolear, no es justificación para que quede como “camarón”.
¿Cómo identificar el momento de parar? Pues cada quién tiene su termómetro. En lo individual se puede establecer que fue suficiente diversión y que también hay que descansar. No todos tenemos el mismo límite, eso es cierto, pero ahí viene el otro tema a considerar.
Normalmente, el que anda “enfiestado” es capaz de comprar el “Ángel custodio”, si se los venden al calor de las “chelas”. En ese momento parece que se modifica toda condición habitual y que está permitido todo aquello que normalmente no haría.
Después viene la “cascada de lamentos” cuando se da cuenta de que en la cartera sólo hay un credencial del IFE, una licencia y ni un sólo billete para lo que se requiere en el día. Las caras largas en casa son tales que tienes que pasar de puntitas y por la orilla para no pisarlas.
Y todo por una noche de “diversión” que no tuvo límite. ¿Cambiará mucho si decides bajarte del autobús de las parrandas interminables unas cuatro horas antes? En diversión, no lo creo. En lo demás, cambiaría radicalmente.
Es bonito el encaje, pero no tan ancho. ¿No creen?
Manuel Frausto Urízar