A mí siempre me gustaron las comedias románticas escritas y/o dirigidas por Nancy Meyers, entre las que se cuentan algunas incluso icónicas; por ejemplo, Lo que ellas quieren (2000), Alguien tiene que ceder (2003) y El descanso (2006). A su pluma se deben también dos remakes que en su momento hicieron ruido: El padre de la novia (1991) y Juego de gemelas (1998). Mujer inteligente, me atrapó aún más el día que anunció que se retiraba de los chats en línea, porque en su mayoría le demostraron ser –en vez de ejercicios estimulantes– más bien intercambios tontos, mal escritos y hasta con faltas de ortografía. Ella y Charles Shyer, ahora separados, son los padres de Hallie Meyers-Shyer, cuya ópera prima Mi nueva yo, también comedia romántica, ha llegado a cartelera. En ella, Reese Witherspoon encarna a Alice, ubicada en el umbral de los 40 años, madre de dos niñas y recién separada de su marido. De vuelta en Los Ángeles, casi por azar (y también por una noche loca) llegan a vivir a su casa tres incipientes cineastas, quince años más jóvenes que Alice. De hecho, uno de ellos, Harry (Pico Alexander), mantiene un affaire con Alice, por más que ella está consciente de la “incorrecta” diferencia en sus edades, de que en la misma casa están sus hijas y de que su status indica que ni siquiera está legalmente divorciada. Además, ¡sorpresa!: su todavía marido llega sin avisar, con la intención de recomponer las cosas y “reencontrar” a su familia.
Mi nueva yo es, a pesar de todo, bastante inofensiva, lo cual no significa “poco disfrutable”. Tiene un rasgo interesante: no hay en ella un solo personaje antipático, lo cual es de agradecerse pero al mismo tiempo dificulta al espectador “tomar partido”; es decir, asociarse con (y favorecer a) alguno de los protagonistas en especial, tan livianos y “buenas gentes” como todos aparecen. Así, la película discurre amablemente, con gracia, con buen espíritu y, claro, con la dosis suficiente de enredos y encrucijadas para hacerla sugestiva, como debe ser en toda rom com (“romantic comedy”) atractiva y que se precie. Reese Witherspoon está muy bien en su personaje, muy grata (y sobra decir, muy guapa) apoyada por un correctísimo ensamble actoral –Alexander, Michael Sheen, Nat Wolff– que incluye incluso a Candice Bergen, todavía recordada como una de las actrices de más clase y presencia del cine y la TV de los 70s, 80s y 90s (Vivir por vivir, Ansia de amar, El viento y el león, la teleserie Murphy Brown, etc.). En fin, concluir que Mi nueva yo es una buena opción para un rato de cine muy agradable, aunque también (se admite) quizá de poca resonancia. Pero, vamos: no todo tiene que ser de elevado raciocinio ni de implicaciones esenciales. Eso sí, que nunca falte “corazón”…
Por otra parte, ya también puede verse El seductor (The beguiled), de Sofía Coppola, ubicada en los años de la guerra civil norteamericana. Es un remake del film El engaño (1971), de Don Siegel, acerca de un soldado de la Unión que, herido como está, es cuidado por un grupo de mujeres en un colegio sureño para señoritas. Desde el mismo punto de partida, en El seductor la presencia del apuesto “enemigo” (Colin Farrell) genera tanto en las colegialas como en sus maestras inmediata atracción hacia él, lo que desde luego traduce en un clima de celos, competencia e intrigas, quedando vigente la encrucijada: ¿entregar o no al soldado –antagonista de su causa– a los soldados confederados? El seductor es una muy buena película, de fotografía intencionalmente sub-expuesta, que no sólo borda sobre el deseo y los prejuicios morales y religiosos, sino también, más sutilmente, sobre la fragilidad humana y sobre el instinto de supervivencia. La ambientación es espléndida, la atmósfera inquietante y las actuaciones precisas; éstas en un tono contenido, subyacente, que revela aún mejor las disyuntivas del atractivo cast “seductor”: Nicole Kidman, Kirsten Dunst y Elle Fanning, principalmente. Vale la pena.
