Tan pobretona como ha estado la cartelera en las últimas semanas, algunos cinéfilos de cepa han venido considerando la idea de cortarse las venas. Para fortuna de todos, justo a tiempo estrena Nace una estrella, dirigida por Bradley Cooper, cuarta versión (al menos) del clásico argumento de la joven actriz y cantante que aspira a la celebridad y recibe el impulso de alguien ya famoso. La intérprete de la chica es ahora Lady Gaga (antes lo fueron Janet Gaynor, Judy Garland y Barbra Streisand), mientras que el propio Cooper encarna al famoso: un rock star solitario llamado Jackson Maine, cuyo declive no tarda en iniciar. La película me ha gustado en lo global, siendo su arranque y planteo –el 1er acto, pues– probablemente su mejor segmento. Tan bueno, que alcanza para minimizar algunos excesos melodramáticos (un tono, aclaro, que a mí me agrada mucho), si bien está claro que construir un buen melodrama justo es aquí una de las intenciones principales.
Quiero ver Nace una estrella una segunda vez, antes de intentar una valoración de ella (intuyo desde ahora que va a ser elogiosa). Mientras tanto, hoy sólo comento algunas cosas que llamaron mi atención, en lo sutil o en lo evidente. 1) Por ejemplo, que en su primer papel genuinamente relevante en eso que los gringos llaman un feature film, Lady Gaga es una gratísima sorpresa. Y desde luego, no por cómo canta Ally, su personaje (eso se da por descontado), sino por una actuación sensible, intuitiva, convincente, que nunca es menos de lo que esperas y se requiere. 2) La calidad del soundtrack; un crisol de canciones extraordinarias que, además, fueron cantadas en vivo por Cooper y por Lady Gaga en vivo, en el rodaje mismo de cada escena, para catalizar el impacto e inmediatez de cada interpretación sobre las audiencias (y también, claro, para evitar las fallas que suelen darse en procesos de lip-sync). 3) Que se sienta tan segura la dirección de Bradley Cooper; tan en control, tan fluida, tomando en cuenta que Nace una estrella es su debut como realizador. Un debut en verdad promisorio, que sin duda garantiza su continuidad como director. De hecho, ya está anunciada Bernstein –que será su segundo film al mando– un recorrido por la vida del célebre compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, reconocido tanto en el mundo sinfónico como en el de Broadway y su teatro musical. Y, 4) Muy al inicio de la película, lo primero que se le escucha cantar a Ally es La vida en rosa. ¿Y saben? Sólo eso ya vale el boleto pagado en taquilla; así que los siguientes 125 minutos son gratis. En fin: intentaré escribir sobre Nace una estrella en cuanto la vea por 2ª vez.
Pero volvamos ahora al problema original: una cartelera de lágrima donde lo que abunda, muy poco vale la pena, con alguna excepción por aquí o por allá. Así, uno se esperanza con los estrenos cercanos, pero tampoco adivinas mucho valor en lo que está por llegar. Destaco, eso sí, el documental de Luciana Kaplan Rush hour, centrado en tres personajes de distintas ciudades –México, Los Ángeles y Estambul– que todos los días literalmente pasan horas (en exceso) trasladándose a, y volviendo de, sus trabajos. Kaplan, nacida en Argentina, es egresada del CCC, una de las principales escuelas de Cine de nuestro país. Además, no debe tardar la comedia satírica La muerte de Stalin, de Armando Iannucci, sorprendentemente bien tratada por la crítica. Tiene que ver con lo que su título indica: Stalin muere y –en un caos de pánico, de confusión y de ambiciones– todos en el Consejo de Ministros luchan por “salvarse”…ganándole el poder a los demás. Entre otros, actúan aquí Steve Buscemi, Jeffrey Tambor, Olga Kurylenko y Michael Palin. En su comentario, publicado en The Globe and Mail de Toronto, Kate Taylor hace esta aguda observación: “Si algo no tolera el poder es que se rían de él. La importancia social de esta vigente burla no debe subestimarse”. Descontando ambos títulos, el horizonte de un cine atractivo es más bien árido, con lo que la sequía –parece– va a continuar.