Hace muchos, muchos años -en una galaxia no muy lejana- apareció una especie que sirve de relleno para diversas comparecencias. Se les conoce con el nombre científico de “acarreados”. El contingente normalmente aparece en eventos distinguidos, lanzando porras, aplausos -siempre que se les indique- y llenan los lugares vacíos para que la lectura sea “qué poder de convocatoria.
Normalmente se les motiva con algunas prebendas como la torta y el refresco, en algunos casos con despensas y otras más con papel moneda. Se diferencian de los gorrones, porque éstos últimos van sin nada a cambio, pero encuentran que se pueden beneficiar de lo que encuentren “gratis”, mientras que los “acarreados” llegan movidos por el interés.
Otros casos se dan con los que se transforman en la singular especie, porque así lo pide el profesor y es parte de las “actividades escolares”, porque será parte de la calificación, o porque contará como asistencia.
En distintas instituciones educativas he sido testigo de tal acto. Normalmente el alumno llega y pregunta de qué se trata el jolgorio. Evidentemente no es de su interés. Así que lo toma como parte del relajo estudiantil y emite todo tipo de sonidos que causen hilaridad en el respetable.
El problema es cuando un acto solemne se “viste” con “acarreados” para que el lugar luzca pletórico en las postales de los medios y los convocados no entienden que se trata de un homenaje a una persona que falleció y creen que es el estreno de una película de dibujos animados.
La solemnidad de va a la basura y aquello se transforma en un ritual propio de cualquier recreo de primaria.
Hay quien piensa que lo importante es que se vea lleno, aunque los presentes les valga absoluta madre lo que sucede ahí. Otros preferimos que se vean sillas vacías pero que todos sientan que su presencia es importante y que se genere la atmósfera adecuada.
Entiendo que muchos dirán, “lo que pasa es que nos obligan”. Efectivamente, sucede. Pero eso no justifica que se vuelva un pitorreo un acto que debía ser todo lo contrario.
Ojalá empiece la mutación de los «acarreados» y se entienda que hay casos en que lejos de quedar bien con la convocatoria, quedan fatal con el sentido de determinado evento.
Foto: PictFactory
Manuel Frausto Urízar