Del cine alemán de este siglo, hay al menos tres películas que tengo muy presentes: Adiós a Lenin (2003), de Wolfgang Becker; Las vidas de los otros (2006), de Florian Henckel von Donnersmarck, y Toni Erdmann (2016), de Maren Ade. Adiós a Lenin es aquella en la que un joven (¡Daniel Bruhl, por cierto!) le oculta a su madre –una socialista germano-oriental, recién salida de un coma post-infarto– que, durante el tiempo de su inconsciencia, el muro de Berlín cayó y la Alemania Democrática desapareció, unificándose a la Alemania de identidad y rasgos capitalistas. Eso, para evitarle disgustos (y un posible nuevo shock) a su progenitora. Así pues, hay que maquillarle todo a la dama enferma, para que ella siga “viviendo” su acostumbrada Alemania del Este (no vean qué problemas, por ejemplo, con las noticias televisivas). Una aguda, divertida, tragicomedia sobre el amor de un muchacho por su madre, en el marco de una intensa sacudida política.
Por su parte, Las vidas de los otros, ubicada en Berlín Oriental en 1984 (de nuevo la Alemania Democrática), tiene que ver con la diaria y rigurosa operación de vigilancia que un oficial de la policía secreta debe ejercer sobre el dramaturgo Georg Dreyman y su compañera, la popular actriz Christa-María Sieland, sospechosos de oponerse al régimen comunista. En el trámite, el detective no podrá evitar una creciente fascinación por lo que observa, lo cual por supuesto compromete la eficacia de su tarea (riesgos, supongo, del voyeurismo de Estado). Cual lo concluyeron los críticos de entonces, se trata de un atrapante thriller de complejidad dramática, ética y psicológica, que por igual apela a nuestras mentes y nuestros corazones. Finalmente, Toni Erdmann es un melodrama comédico sobre un padre excéntrico que quiere reconectar con su hija –siempre ocupada– a la que casi no ve. Ante el fracaso de sus intentos, el tipo se inventa un alter ego que lo vincula a ella justo en su hábitat principal: el de su trabajo. En Cannes obtuvo el premio FIPRESCI (el de la Prensa Cinematográfica Internacional) por ser “un film brillantemente realizado, fresco y sensible, que captura la compleja relación entre padre e hija y que señala los desquicios del mundo actual”.
Este breve comentario sobre tres films del cine alemán contemporáneo obedece a que Puebla pronto será sede, en fechas por confirmar, de la 18 Semana del Cine Alemán, con cuando menos nueve películas recientes. El espacio es poco, pero intentemos ubicar algunas de ellas. Nacida en Evin, de Maryam Zaree, es un documental en el que la directora explora las circunstancias que rodearon su nacimiento dentro de un reclusorio para presos políticos en su natal Irán, en tiempos de la revolución islámica. Atlas, de David Nawrath, se ocupa del dilema de un trabajador dedicado a desalojar a inquilinos morosos, cuando cae en la cuenta de que el siguiente deudor a lanzar es su propio hijo, de quien se ha distanciado. Todo sobre mí –la película con más público en Alemania el año pasado– de Caroline Link, es una biopic centrada en la infancia y los inicios de Hans-Peter Hape Kerkeling, uno de los comediantes contemporáneos más queridos del país. Recordemos, por cierto, que la directora Link es ganadora del Oscar por En un lugar de África, de 2001. De otra realizadora –Luzie Loose, de apenas 30 años– el drama Nadar (su ópera prima) presenta a dos chicas muy diferentes, cuya amistad escala del mero apoyo mutuo a un vínculo de dependencia que, al salirse de control, termina por lastimar a terceros. Finalmente, de Anatol Schuster, La Sra. Stern quiere morir –que transita por la comedia, con matices de drama– se ocupa de la dama del título, que justo quiere morir, pero no lo consigue por más que intenta. Desde luego, en el fatigoso e inusual proceso va topándose con desconocidos que (desde sus propias realidades, más y menos) le confrontan su tan decidido deseo. Bienvenida pues la 18 Semana del Cine Alemán, con estas y otras películas.
