1.- La otra gula
En 1993 tenía 22 años, habilidad para las percusiones y tres años de instrucción en etnomusicología; además tenía una especie de curiosidad antropológica y quería conocer, sino la maldad, las actividades más gruesas del mundo chilango en el que vivía, atestiguar el paso de la vida, sin formar parte de, un privilegio que dan la juventud y la autonomía financiera.
Pero más allá de todo eso, siempre he sido medio morboso y quería esculcar la vida y para eso, siempre recurre uno a los amigos, sobre todo cuando estos se aparecen de repente y lo guían a uno a los lugares más escalofriantes y, hasta cierto punto, fascinantes.
Tal fue el caso de una noche de ese año, en la que, como en muchas otras, me encontraba hueseando (tecnicismo de músicos para referirse al tocar por plata); con una bataca prestada le daba el beat a las salsas, cumbias y baladas de una “ameno grupo musical”, llamado “Los Pepes”, porque tres de sus integrantes eran primos y se llamaban José
Tocábamos en un antro de la calle de Bolívar, en el Centro Histórico,, de no muy buena nota, que se llamaba El Dos Naciones; como baterista tenía una perspectiva privilegiada en el lugar para observar lo que pasaba, ya que mi instrumento estaba instalado en un tapanco alto y al centro, propicio para atestiguar el devenir de la parranda.
Los viernes de quincena se ponía interesante ya que varios clientes tenían el hábito de irse a gastar su raya con las ficheras y los elixires que se servían en tan distinguido congal.
Uno de ellos era “Don Quique” o “El Ingeniero”, y para las chavas, simplemente Henry. Era un señor medio rabo verde que los días de raya le invitaba las cervezas a un grupo de sus trabajadores y tenía una simpática costumbre; en las bolsas de sus saco sucio solía meter dos cosas, billetes arrugados y las servilletas que usaba para limpiarse el sudor y otras secreciones.
Desde el tapanco del baterista pude atestiguar las misiones exitosas de las ficheras que lograban sustraer de aquella urna de tela algún billete y, a su vez las infortunadas que se toparon con la asquerosa “X” al meter la mano en tan distinguida bolsa.
Al llegar el receso de tan pintoresco conjunto musical, un descanso de dos horas para volver a tocar al filo de la media noche, bajé a una de las mesas para echarme un shot de whiskey; en ese momento me topé a un carnal que será el Virgilio, al puro estilo Dantesco, de la visita a un infierno mucho más grueso que el del Dos Naciones.
Continuará…
Arturo Cravioto
Oie Youl ya ves quela trova es lo maximo por que no pones alguna seccion de eso jajaja tenia que ser la trovadicta Bueno lindo te mando mucho besos y abrazos cuidate BONITO FIN
Hola Arturo
Oye, podrías poner una reseña de las cantinas de Puebla?, tal como lo hiciste alguna vez en el programa «El after» de tan buenos recuerdo.
Saludos