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No más sangre

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Estamos hasta la madre, escribe Javier Sicilia. Yo coincido, yo también estoy hasta la madre y preciso mi hartazgo.

Hasta la madre de los gobernantes incapaces que no pueden pero no renuncian; de los políticos fantoches, mentirosos y ladrones que creen que la cosa no es con ellos; de los periodistas corruptos, a sueldo de los poderosos, que se asumen como parte de la sociedad agraviada cuando son parte de los usufructuarios de los males de la patria, encubridores de la verdad, firmantes de pactos abyectos; de los asesinos crueles, demoniacos, despiadados, que han perdido todo rasgo de humanidad; de los ciudadanos medrosos, acobardados, que solo piden que a ellos, a sus familias, a sus amores, no les pase nada.

No puedo entender a los ciudadanos comunes que aún creen que cualquier crítica a sus líderes admirados, sean estos de cualquier filiación, es interesada, injusta y tiene fines oscuros. ¿En qué país viven? ¿Con que cristal ven las cosas? ¿Cuántos muertos hacen falta para que griten que ya basta?

El hijo de Javier Sicilia y cerca de treinta y seis mil muertos más tenían familia seguramente: padres, hijos, abuelos, hermanos, nietos, parejas sentimentales como dicen las crónicas sociales. ¿Hará falta que a cada mexicano le maten a un ser querido para que nos indignemos todos? Alrededor de nueve mil de estos muertos no están siquiera identificados. ¿No habla esto de incapacidad de las autoridades? ¿No significa esto que los asesinos han perdido cualquier sentido humanitario?

Podríamos preguntarnos si el consumo de drogas en México causa este número de muertos, en cinco años, para establecer si vale la pena esta guerra. Pero lo más grave es que esto, el drama que vive nuestro país, ya rebasó el ámbito de esta lucha inútil. Se ha perdido el respeto por la vida, se mata por dinero, por ambición, por mera crueldad. Se mata con la seguridad que da la casi segura impunidad.

No mas sangre, gritamos ayer en calles y plazas de muchas ciudades de México y del mundo. Y vimos, yo vi, a los políticos segregados de la gente, sin atreverse a la demagogia. Y vimos, yo vi, a la gente común, ciudadanos de a pie, unida en el grito sin ensuciarlo con consignas políticas. No es hora ecos, es hora de voces, nuestras voces.

Por favor, asesinos, no más sangre.

Foto: winiberto

José Luis Pandal

José Luis Pandal

El comentario ácido, irónico, informado y puntual de José Luis Pandal, que aborda temas políticos y de la vida cotidiana.

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